sábado, noviembre 16, 2013

Una fábula de Fedro


Ilustración de Norman Lindsay para El Satiricón de Petronio (New York, Liveright, 1922)  
Appendix XV. "Vidua et miles" 

Quanta sit inconstantia et libido mulierum

Per aliquot annos quaedam dilectum uirum
Amisit et sarchophago corpus condidit;
A quo reuelli nullo cum posset modo
Et in sepulchro lugens uitam degeret,
Claram assecuta est famam castae coniugis.
Interea fanum qui compilarant Iouis,
Cruci suffixi luerunt poenas numini.
Horum reliquias ne quis posset tollere,
Custodes dantur milites cadauerum,
Monumentum iuxta, mulier quo se incluserat.
Aliquando sitiens unus de custodibus
Aquam rogauit media nocte ancillulam,
Quae forte dominae tunc adsistebat suae
Dormitum eunti; namque lucubrauerat
Et usque in serum uigilias perduxerat.
Paulum reclusis foribus miles prospicit,
Videtque egregiam facie pulchra feminam.
Correptus animus ilico succenditur
Oriturque sensim ut impotentis cupiditas.
Sollers acumen mille causas inuenit,
Per quas uidere posset uiduam saepius.
Cotidiana capta consuetudine
Paulatim facta est aduenae submissior,
Mox artior reuinxit animum copula.
Hic dum consumit noctes custos diligens,
Desideratum est corpus ex una cruce.
Turbatus miles factum exponit mulieri.
At sancta mulier "Non est quod timeas" ait,
Virique corpus tradit figendum cruci,
Ne subeat ille poenas neglegentiae.
Sic turpitudo laudis obsedit locum.

Apéndice, XV. "La viuda y el soldado"
Cuánta es la veleidad y la lujuria de las mujeres

A su marido, amado durante algunos años, cierta mujer
Perdió, y depositó el cuerpo en su sarcófago.
De éste no pudiendo ser arrancada en modo alguno,
Y puesto que pasaba su vida llorando en el sepulcro,
Ganó la brillante fama de casta esposa.
Entre tanto, quienes habían saqueado el templo de Júpiter
Pagaron su afrenta al dios clavados en la cruz.
Y para que nadie pudiera llevarse sus despojos,
Se ponen soldados como guardas de los cadáveres,
Junto a la tumba donde se había encerrado la mujer.
En cierta ocasión, uno de los vigilantes, que tenía sed,
Pidió agua a media noche a la esclavita
Que casualmente en ese momento estaba asistiendo a su señora,
Que se disponía a dormir, pues había pasado la noche en vela
Y había prolongado su vigilia hasta tarde.
Tras abrir un poco las puertas, echa un vistazo el soldado
Y ve a la distinguida mujer de hermoso rostro.
Su arrebatado corazón allí mismo se enciende
Y surge poco a poco la pasión de quien no puede contenerse.
Su ingeniosa agudeza mil pretextos encuentra
Para poder ver a la viuda más a menudo.

Y cautivada ella por la diaria la costumbre,
Se fue volviendo más sumisa al forastero;
Luego una unión más estrecha encadenó su corazón.

Mientras el diligente guardián pasa allí sus noches, 
Se echó en falta el cuerpo de una cruz.
Trastornado, expone el soldado lo sucedido a la mujer,
Y la respetada mujer le dice: "No hay por qué temer"; 
Y le entrega el cuerpo de su marido para clavarlo en la cruz,
A fin de que él no sufra castigo por su negligencia.
De esta manera la desvergüenza ocupó el lugar de la honra.

La historia de la honrada viuda que encuentra consuelo en un desconocido pertenece a la tradición oriental y, en el mundo clásico, se encuentra documentada también en Esopo y El Satiricón. Luego pasará con éxito a la literatura misógina medieval.    

Fragmento de la película El Satiricón, de Federico Fellini (1969)

jueves, noviembre 07, 2013

Historias de Medina Sidonia (XV)


Portada de la primera edición latina de la Historia de España del padre Juan de Mariana
La leyenda de Baucio Caropo (VIII)



La caracterización de Baucio Caropo como héroe épico se redondea en la versión de la leyenda que aparece en las Historiae de rebus Hispaniae Libri XXX (lib. I, cap. XVIII) del padre Juan de Mariana, publicada en Toledo en 1592 (Io. Marianae Hispani. e Socie. Iesv, Historiae…, Toleti, Typis Petri Roderici) y que él mismo tradujo en 1601 (Historia general de España. Compuesta primero en latin, después vuelta en castellano por…, doctor Theologo, de la Compañia de Jesus, Toledo, Pedro Rodriguez, 2 t.). Y es que, junto a su valor y destreza en la batalla, el héroe clásico añade como elemento complementario de su sabiduría la virtud de la elocuencia. Así, el anciano Fénix respondía a Aquiles, una vez que éste le invitaba a abandonar con él las costas de Troya, que no podría quedarse allí solo, sin su hijo querido, a quien había enseñado por orden de Peleo a “ser elocuente en los dichos y pronto en los hechos”.

μύθων τε ῥητῆρ᾽ ἔμεναι πρηκτῆρά τε ἔργων. (Il. 9, 443)


Los discursos en la Ilíada del propio Aquiles, de Néstor, Odiseo o Agamenón son buenos ejemplos del bien hablar del héroe, hasta tal punto que el retórico Quintiliano considera a Homero padre de la elocuencia, puesto que de todas sus partes dio ejemplo.

omnibus eloquentiae partibus exemplum et ortum dedit. (QVINT. inst. 10, 1, 46)

En la obra del padre Mariana Baucio Caropo es denominado Baucio Capeto, y lidera la reacción de los turdetanos contra los abusos de los fenicios, una vez que, partiendo de Cádiz,  éstos se hicieron fuertes en el interior tras la construcción del templo-fortaleza de Hércules en Medina Sidonia.  Los mandatarios de los pueblos indígenas se reúnen en una asamblea y, frente al miedo que aturde a la mayoría, se alza la voz del príncipe de los turdetanos en una arenga inspirada en los dicursos de la historiografía clásica: Tucídides, Salustio, Tito Livio…

Tantis iniurijs laesa prouincialium patientia, & nouae vrbis incrementa suspecta habentes finitimi, bello Gaditanos lacessere constituunt concilio gentis ad diem certam indicto. In eo conuentu Phoenicum iniurias conquesti sunt. Vt semel Asidoniae templum aedificare cepissent, iugum prouinciae ceruicibus impositum grauissimum. Homines esse auaritia insatiabili, crudelitate maxima, ex fraude & arrogantia compositos. in religionis simulatione inexpiabiles fraudes, immania scelera contegere. Non posse diutius eorum iniurias sustineri nisi quid auxilij in mutuo gentis consensu sit, vniuersis domo emigrandum. aliud domicilium, alias a Phoenicibus disiunctas sedes petendas. Quiduis perpeti fore satius quam tantas & tam frequentes iniurias contumeliasque tolerare. Haec verba multorum excussere gemitus, expressere lacrymas. Sed silentio tamen facto, Baucius Capetus Turdetanorum Princeps. “Mollis, inquit, & eneruati animi est calamitatem deplorare, leue malorum in muliebri eiulatu solamen, turpe nullam rebus asperis opem afferre praeter lacrymas. Quin viros nos esse potius recordamur, correptisque continuo armis illatas iniurias vindicamus maiori hostium molestia? Neque erit difficile paucos perduelliones de vniuersae prouinciae finibus exturbare: si qui numero, viribus, & causa potiores sumus, animorum concordiam adiungamus, mutuis iniurijs communi patriae condonatis caritati: ne quod hactenus euenit, conceptae animis simultates cursum verae laudis impediant. Violari numen nostris iniurijs vindicandis nemo sibi persuadeat: nam fauere sceleri non solet, & iniuria potius oppressis opitulari aequius est. Diuturnam hostium felicitatem metuere non debetis: sed illud potius cogitare consuesse deos, quorum scelera vlcisci volunt, ijs interdum res secundas & diuturnam impunitatem dare. Ituri in arma modo maiores vestros & posteros cogítate: ne obliti sanguinis vestri, nepotum contumelias & commoda neglexisse videamini”. Hac oratione cuncti, qui aderant, animis inflammati, vno consensu bellun contra Phoenices decernunt. Duces delecti, iisque imperatum quàm maximos delectus militum, & quàm occultissime habere: quò hostes imparati facilius opprimerentur. Totius belli summa Baucio demandatur: quem exactae prudentiae opinio, virtus bellica, multarum rerum vsus ad populum commendabat. Collecto per eum modum numeroso exercitu Phoenices inopinantes locis omnibus oppressi.

Lo que haze a nuestro proposito es, que con tan grandes injurias se acabò la paciencia a los naturales, que tenian por sospechoso el grande augmento de la nueua ciudad. Trataron desto entre si: determinaron de hazer guerra a los de Cadiz: tuuieron sobre ello y tomaron su acuerdo en vna junta que en dia señalado hizieron: en el qual se quexaron delas injurias de los Phenicios. Despues que les permitieran edificar el templo que se dixo estar en Medina Sidonia, auer echado grillos a la libertad, y puesto vn yugo grauisimo sobre las ceruices de la prouincia, como hombres que eran de auaricia insaciable, de grande crueldad y fiereza, compuestos de embustes y de arrogancia, gente impia y maldita, pues con capa de religion pretendian encubrir tan grandes engaños y maldades. Que no se podian sufrir mas sus agrauios. si en aquella junta no auia algun remedio y socorro, que serian todos forçados, dexadas sus casas, buscar otras moradas y assiento apartado de aquella gente: pues mas tolerable seria padecer qualquiera otra cosa, que tantas indignidades y afrentas como suffrian ellos, sus mugeres, hijos, y parientes. Estas y semejantes razones, en muchos fueron causa de gemidos y lagrimas. Mas sossegado el sentimiento, y hecho silencio, Baucio Capeto, principe que era de los Turdetanos.  “De animo (dize) couarde y sin brio es llorar las desgracias y miserias, y fuera de las lagrimas no poner algun remedio a la desuentura y trabajos. [¿] Por ventura no nos acordaremos que somos varones, y tomadas luego las armas vengaremos las injurias recebidas? No serà difficultoso echar de toda la prouincia vnos pocos de ladrones, si los que en numero, esfuerço, y causa les hazemos ventaja, juntamos con esto la concordia de los animos. Para lo qual hagamos presente y gracia de las quexas particulares que vnos contra otros tenemos a la patria comun, porque las enemistades particulares no sean occasion de impedirnos el camino de la verdera [sic] gloria. Demas desto no deueys pensar que en vengar nuestros agrauios se offende Dios y la religion, que es el velo de que ellos se cubren. Ca el cielo ni suele fauorecer a la maldad, y es mas justo persuadirse acudira a los que padecen injustamente: ni ay para que temer la felicidad y buena andança de que tanto tiempo gozan nuestros enemigos: antes deueys pensar que Dios acostumbra dar mayor felicidad, y sufrir mas largo tiempo sin castigo aquellos de quien pretende tomar mas entera vengança, y en quien quiere hazer mayor castigo, para que sientan mas la mudança, y miseria en que caen”. Encendieronse con este razonamiento los coraçones de los que presentes estauan, y de comun consentimiento se decreto la guerra contra los Phenicios. Nombraronse capitanes, a los quales fue mandado que hiziessen las mayores juntas de soldados, y lo mas secretamente que pudiessen, para que tomassen al enemigo desapercebido y la victoria fuesse mas facil. A Baucio encomendaron el principal cuydado de la guerra, por su mucha prudencia y edad a proposito para mandar, y por ser muy amado del pueblo. Con esta resolucion juntaron vn gruesso exercito.
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