domingo, agosto 25, 2013

Historias de Medina Sidonia (IX)

Fragmento de página de la edición de 1566 del Libro de grandezas y cosas memorables de España de Pedro de Medina. Obsérvese la tipografía bien diferenciada para la B y la M mayúsculas.
La leyenda de Baucio Caropo (III)

La comparación de los textos del Vicario Martínez y de Pedro de Medina, que hemos ofrecido en las anteriores entradas relativas al asunto, nos permite determinar que el primero utilizó como única fuente el relato del segundo, que se limitó a extractar, no sin cometer alguna incorrección, pues, amén de la lectura “Barucio” por “Baucio”, en la edición de 1875 de la Historia de la ciudad de Medina Sidonia leemos que el nombre del jefe cartaginés con quien se enfrentó Baucio Caropo fue Bezerbal, cuando  en el Libro de grandezas y cosas memorables de España se lee claramente: “vn capitan cartagines muy diligente y astuto llamado Mezerbal, o segun otros escriuen Maharbal”. La equivocación estuvo causada por una mala lectura de las letras mayúsculas. Por lo demás:

1.    El Vicario Martínez se limita a hacer alusión a los dos nombres con que se conoció al héroe turdetano (“Barucio Caropo o, como le nombran otros, Bocio Capeto”), mientras que el cronista Medina había precisado que el nombre “Bocio Capeto” podía leerse en el prólogo de las historias de “don Sebastian, electo de Salamanca”.  Más adelante hablaremos sobre este particular.

2.    Siguiendo a Pedro de Medina, nuestro Vicario dice que Baucio “fue natural de esta ciudad (o sea, Medina Sidonia)”. “Natural de aquesta ciudad de Sidon”, dice el primero.

3.     Martínez sitúa la gesta de Caropo “a la entrada de los cartagineses en Andalucía”, tal y  como refiere el cronista ducal, después de que éstos intentaran “internarse en la provincia y poseerla a cualquier costo”. Califica a este pueblo de astuto y guerrero, y dice que se vio apoyado en su tentativa por los vecinos de Cádiz,  lo cual también se infiere de las palabras de Medina : “Sabido que los Cartagineses y todos los de Cadiz eran ya passados en el Andaluzia: donde repartidos por la tierra”. Ambos autores también coinciden en que:

- Los enfrentamientos principales entre cartagineses y turdetanos estuvieron precedidos de rapiñas: “Derramándose por sus campos, quemó algunas caserías, robó muchos ganados, prendió y mató muchos hombres” (Vicario); “En la primera llegada quemaron ciertas caserias y tomauan ganados: y prendian y matauan los hombres quantos hallauan a la mano” (Medina).
-    Los cartagineses, después de sus robos, se refugiaban en cercas de empalizadas que tenían rodeadas de fosos: “guareciéndose en unas empalizadas cercadas de cavas y bien fortalecidas, de las que salían para estas incursiones” (Vicario); “donde discurrian ciertas vanderas Africanas que hazian lo mas deste daño, las quales tuuo noticia que corrian el campo mas delanteras que las otras y se recogian en vna palizada que tenian cercada de cauas” (Medina).

4.      En cuanto al retrato de Baucio Caropo, si bien en un principio se conforma el Vicario Martínez con la sintética expresión “varón lleno de valor y ciencia, y diestro en el gobierno”, luego sucumbe ante la precisa descripción del cronista, que incluirá una interesantísima digresión sobre algunas costumbres del pueblo turdetano: “Varón de crecida estatura, de mayor ánimo y de singular instrucción en leyes, geometría y filosofía natural” (Vicario); “Varon de crecida estatura: dotado de grandes fuerças y esfuerço: pero no menos virtud y prudencia: tanto que ya de muchos años antes juzgaua la gente de su ciudad y lo mas de todas sus comarcas en los pleytos y debates que les sucedian con otros siete varones semejantes a el en bondad y discrecion, a quien este Baucio tenia señalados para compañeros de su cargo muy entendidos y sabios, en geometria, leyes y philosophia natural: las quales leyes fueron antiquissimas. Estas leyes aprendian de cabeça los varones nobles y principales desta gente: para que teniendo las en la memoria supiessen gouernar a si, y a los otros”. Ya veremos de dónde toma Pedro de Medina tan singulares detalles.

5.     Por lo que atañe a los enfrentamientos bélicos, el Vicario Martínez alude a los mismos dos que detalla Pedro de Medina.

-    El primero es un asalto por sorpresa del campamento cartaginés por parte de Baucio Caropo, que a tal efecto salió por la noche de Medina Sidonia después de recibir información sobre sus enemigos. Según el Vicario, el caudillo turdetano tomó con presteza el recinto y mató o hizo prisioneros a todos sus enemigos, excepción hecha de su capitán y de unos pocos que pudieron seguirle. Luego regresaría a la ciudad “cargado de despojos y laureles”. Pedro de Medina se detiene en este último particular aportando un nuevo detalle sobre el pueblo turdetano: “Con esta vitoria los Turdetanos y su capitan tornaron a la ciudad y lleuaron los presos: y grandes despojos que allí ganaron. Con mas algunas manos  diestras que cortaron a los principales de los muertos, las quales colgaron por memoria segun lo tenian en costumbre por señal de sus vitorias”.
-       El segundo, que se produce al día siguiente, es una escaramuza en la que Baucio y los suyos incendian las embarcaciones que los cartagineses tenían llenas de víveres en el río Guadalete: “Al día siguiente partió el mismo Barucio al río Guadalete, donde los cartagineses tenían una escuadrilla de barcos con víveres; los incendiaron, matando a los que los tripulaban y aterrando a los demás que desde aquel día respetaron a Barucio y su tropa de Medina” (Vicario); “El dia siguiente Baucio Caropo vino con su gente a la ribera abaxo del rio que dezimos ahora Guadalete, caminando contra la mar, y como supo que los Cartagineses tenian alli ciertos nauios con mantenimientos: acometiolos de subito con gran ferocidad, y tomados a prission los que los defendian: les puso fuego quemando los todos con quanto dentro tenian: esto dio muy gran temor en los contrarios” (Medina).

Pedro de Medina termina su relato con la noticia de la muerte de Baucio Caropo, de la que nada dice nuestro Vicario y que, según el cronista, se produjo a los pocos días del incendio de la flota cartaginesa. Refiere también las características de su enterramiento: “Fue sepultado magnificamente poniendole por el contorno del monumento tantas piedras enhiestas: quantos adversarios le vieron matar en las guerras y batallas en que se hallo, en quanto fue biuo porque tal costumbre tenian las gentes Españolas de su tiempo y aun muchos tiempos mas adelante”. Se equivoca, sin embargo, Medina al asegurar que los grandes mármoles hallados posteriormente en Medina Sidonia tienen este carácter funerario y, particularmente en el ejemplo que cita, los dos cipos romanos que hoy siguen colocados donde él mismo pudo contemplarlos, a la entrada de la puerta principal de la iglesia de Santa María la Mayor: “Y assi parecen oy en esta ciudad muy grandes antiguedades en marmoles muchos y piedras muy grandes blancas y muy hermosas que en la mesma ciudad se han hallado y hallan contino. Especialmente dos piedras que estan en la yglesia principal desta ciudad que son de las hermosas piedras antiguas que hasta oy se ayan hallado en España”.





Estas piezas aparecen consignadas por Julián González en Inscripciones romanas de la provincia de Cádiz, Cádiz, Diputación Provincial, 1982, de la siguiente manera:

“CIL 1313 (…) Inscripción honoraria; pedestal de mármol blanco, que mide 1,42 m de altura por 0,72 m de anchura; cada pilastra mide 0,10 m de anchura y las cenefas 0,10 m igualmente cada una; la cartela tiene unas medidas de 0,42 m de altura por 0,28 m de anchura. Tiene moldura de base y cornisa, la cartela está enmarcada por triple moldura y éstas a su vez por una cenefa cuadrangular elegantemente combinada con tallos y flores de cinco pétalos y botón central; rodeada por dos pilastras estriadas, coronadas por capiteles corintios, de bella factura, de los cuales pende una guirnalda de hojas y frutos, cortando la moldura el rectángulo donde está grabada la inscripción. Según Romero de Torres, el lado derecho ostentaba iguales motivos de ornamentación, pero sin guirnalda, y en el recuadro del centro la patera; su cara izquierda y la posterior conservaban, según Hübner, el simpulum y la corona laurea, respectivamente. Las letras son capitales actuarias muy elegantes, probablemente del siglo II d. de C., con una altura que oscila entre los 4,5 cm y los 4 cm. Hay un nexo IR (r. 2), u una I longa en VIR (r. 2)

M ANTONIO M F
GAL SYRIACO IIVIR
MVN AVG GAD
D • D

M(arco) Antonio M(arci) f(ilio) Gal(eria tribu) Syriaco (duum)vir(o) Mun(icipi) Aug(usti) Gad(tani). D(ecreto) d(ecurionum).

Esto es: En honor de Marco Antonio Siriaco, hijo de Marco, de la tribu Galeria, duunviro del Municipio Augusto Gaditano, por decreto de los decuriones.”

Las fotografías que ofrecemos pertenecen al libro de Enrique Romero de Torres Catálogo Monumental de España, provincia de Cádiz (1908-1909)

“CIL, 1324 (…) Inscripción honoraria: pedestal de mármol blanco, con moldura de base, que mide 1,30 m de altura por 0,70 m de anchura; la cartela tiene una altura de 0,79 m y una anchura de 0,60 m; en su lado izquierdo se distingue el simpulum; en el derecho, que la pared oculta(1), se esculpió la patera; en la parte posterior, según Romero de Torres, habría una inscripción visigoda; se encuentra a la izquierda de la puerta principal, empotrado en el ángulo del muro a manera de jamba. Las letras son capitales cuadradas, probablemente del siglo I d. de C., con una altura de unos 5 cm. Los signos de interpunción son triangulares, excepto en los finales de los rr. 1-4, donde hay hederae:

L FABIO L F GAL
CAPITONI •
AMICO OPTVMO •
L • AELIVS •
ROCIANVS

L(ucio) F(abio) L(uci) f(ilio) Gal(eria tribu) Capitoni, amico optumo, L (ucius) Aelius Rocianus.

Esto es: En honor de su excelente amigo, Lucio Fabio Capitón, hijo de Lucio, de la tribu Galeria, erigió este monumento Lucio Elio Rociano.”


(1)    Hoy está a la vista.

lunes, agosto 19, 2013

Historias de Medina Sidonia (VIII)

Soldado turdetano
La leyenda de Baucio Caropo (II)

Queda dicho que la fuente principal del relato sobre Baucio Caropo  que nos ofrece el Vicario Martínez en su Historia de la ciudad de Medina Sidonia (destiérrese el “Barucio” que se deslizó en la edición de 1875) es la obra de Pedro de Medina Libro de grandezas y cosas memorables de España, publicado en Sevilla por Dominico de Robertis en 1548 (manejamos la edición complutense de 1566 a cargo de Pedro de Robles y Juan de Villanueva). Efectivamente, después de referirse este cronista a la fundación de Medina Sidonia por los fenicios y a su ocupación posterior por los “andaluces” (los turdetanos) pasa a narrar las disputas que estos últimos tuvieron con los cartagineses que, llegados a Cádiz, pretendían hacerse dueños de las tierras comarcanas del interior. Escribe Pedro de Medina (mantenemos la grafía y puntuación originales):

Desta ciudad dizen las coronicas, que viniendo a Cadiz cierta flota de Cartagineses, y auiendo hecho algunos saltos y robos en los Andaluzes Turdetanos. Primero por la costa de la mar: y despues algo mas adentro por la comarca de la tierra començaron algunos pueblos a se bastecer contra sus dañadores. Particularmente los vezinos de la ciudad de Sidon: los quales con mucho mas poder y mayor diligencia que ninguno de los otros pueblos se pusieron a punto, no solo para resistir los enemigos sino tambien para los ofender y acaudillaron las gentes comarcanas: señalando por capitanes y quadrilleros personas que tuviessen cargo del negocio. Entre los quales se escriue auer sido principal capitan y caudillo sobre todos vn varon llamado Baucio Caropo, segun lo nombra don Sebastian electo de Salamanca en el prologo de sus historias, Bocio Capeto natural de aquesta ciudad de Sidon. Varon de crecida estatura: dotado de grandes fuerças y esfuerço: pero no menos virtud y prudencia: tanto que ya de muchos años antes juzgaua la gente de su ciudad y lo mas de todas sus comarcas en los pleytos y debates que les sucedian con otros siete varones semejantes a el en bondad y discrecion, a quien este Baucio tenia señalados para compañeros de su cargo muy entendidos y sabios, en geometria, leyes y philosophia natural: las quales leyes fueron antiquissimas. Estas leyes aprendian de cabeça los varones nobles y principales desta gente: para que teniendo las en la memoria supiessen gouernar a si, y a los otros. Siendo pues tal este Baucio Caropo: sabido que los Cartagineses y todos los de Cadiz eran ya passados en el Andaluzia: donde repartidos por la tierra. En la primera llegada quemaron ciertas caserias y tomauan ganados: y prendian y matauan los hombres quantos hallauan a la mano. Supo este capitan a la parte donde discurrian ciertas vanderas Africanas que hazian lo mas deste daño, las quales tuuo noticia que corrian el campo mas delanteras que las otras y se recogian en vna palizada que tenian cercada de cauas: y bien fortalecida con vn capitan cartagines muy diligente y astuto llamado Mezerbal, o segun otros escriuen Maharbal que procuraua de sostener aquella guerra mas que nadie. Luego como de todo fue certificado Bocio Capeto. Venida la noche salio de su ciudad con el numero de gente que le parecio, y llegados a las estancias de los Cartagineses acometieron por todas partes tan animosamente, que saltando los fosos y cauas entraron a lo fuerte de la palizada, donde se començo la matança mucho cruel y sangrienta con tanta presteza que casi ninguno de los contrarios pudo librarse de muerte o prision, sino fueron Maharbal el capitan. y muy pocos otros, que viendose perdidos tomaron cauallos y desamparada su gente se procuraron poner en saluo siendo heridos y maltratados primero que de la palizada saliessen. Con esta vitoria los Turdetanos y su capitan tornaron a la ciudad y lleuaron los presos: y grandes despojos que allí ganaron. Con mas algunas manos  diestras que cortaron a los principales de los muertos, las quales colgaron por memoria segun lo tenian en costumbre por señal de sus vitorias. Aquello fenecido porque su gente gustasse mas de la prosperidad y los enemigos cobrassen doblado pauor. El dia siguiente Baucio Caropo vino con su gente a la ribera abaxo del rio que dezimos ahora Guadalete, caminando contra la mar, y como supo que los Cartagineses tenian alli ciertos nauios con mantenimientos: acometiolos de subito con gran ferocidad, y tomados a prission los que los defendian: les puso fuego quemando los todos con quanto dentro tenian: esto dio muy gran temor en los contrarios. Este capitan pasados pocos días murió: y fue sepultado magnificamente poniendole por el contorno del monumento tantas piedras enhiestas: quantos adversarios le vieron matar en las guerras y batallas en que se hallo, en quanto fue biuo porque tal costumbre tenian las gentes Españolas de su tiempo y aun muchos tiempos mas adelante: y assi parecen oy en esta ciudad muy grandes antiguedades en marmoles muchos y piedras muy grandes blancas y muy hermosas que en la mesma ciudad se han hallado y hallan contino. Especialmente dos piedras que estan en la yglesia principal desta ciudad que son de las hermosas piedras antiguas que hasta oy se ayan hallado en España. 


Las imágenes de las indumentarias militares están tomadas de http://miniaturasmilitaresalfonscanovas.blogspot.com.es/2012/04/la-indumentaria-en-la-historia-de.html

lunes, agosto 12, 2013

Capri


"La pasajera de Capri",
Nostalgias y regresos,
 Las uvas y el viento
Pablo Neruda

¿De dónde, planta o rayo?,
¿de dónde, rayo negro o planta dura,
venías y viniste
hasta el rincón marino?

Sombra del continente más lejano
hay en tus ojos, luna abierta
en tu boca salvaje,
y tu rostro es el párpado de una fruta dormida.
El pezón satinado de una estrella es tu forma,
sangre y fuego de antiguas lanzas hay en tus labios.

¿De dónde recogiste
pétalos transparentes
de manantial?, ¿de dónde
trajiste la semilla
que reconozco? Y luego
el mar de Capri en ti, mar extranjero,
detrás de ti las rocas, el aceite,
la recta claridad bien construida,
pero tú, yo conozco,
yo conozco esa rosa,
yo conozco la sangre de esa rosa,
yo sé que la conozco,
yo sé de dónde viene,
y huelo el aire libre de ríos y caballos
que tu presencia trae a mi memoria.
Tu cabellera es una carta roja
llena de bruscos besos y noticias,
tu afirmación, tu investidura clara
me hablan a mediodía,
a medianoche llaman a mi puerta
como si adivinaran 
adónde quieren regresar mis pasos.

Tal vez, desconocida,
la sal de Maracaibo
suena en tu voz llenándola de sueño,
o el frío viento de Valparaíso
sacudió tu razón cuando crecías.
Lo cierto es que hoy, mirándote al pasar
entre las aves de pecho rosado
de los farallones de Capri,
la llamarada de tus ojos, algo
que vi volar desde tu pecho, el aire
que rodea tu piel, la luz nocturna
que de tu corazón sin duda sale,
algo llegó a mi boca
con un sabor de flor que conocía,
algo tiñó mis labios con el licor oscuro
de las plantas silvestres de mi infancia,
y yo pensé: Esta dama,
aunque el clásico azul derrame todos
los racimos del cielo en su garganta,
aunque detrás de ella los templos
nimben con su blancura coronada
tanta hermosura,
ella no es, ella es otra,
algo crepita en ella que me llama;
toda la tierra que me dio la vida
está en esta mirada, y estas manos
sutiles 
recogieron el agua en la vertiente
y estos menudos pies fueron midiendo
las volcánicas islas de mi patria.

Oh tú, desconocida, dulce y dura,
cuando ya tu paso
descendió hasta perderse,
y sólo las columnas
del templo roto y el zafiro verde
del mar que canta en mi destierro
quedaron solos, solos
conmigo y con tu sombra,
mi corazón dio un gran latido,
como si una gran piedra sostenida
en la invisible altura
cayera de repente
sobre el agua y saltaran las espumas.

Y desperté de tu presencia entonces
con el rostro regado 
por tu salpicadura,
¡agua y aroma y sueño,
distancia y tierra y ola!


El mar en Capri. Fotos J. Romero

"La noche en la isla", Los versos del Capitán 
  Pablo Neruda




Toda la noche he dormido contigo
junto al mar, en la isla.
Salvaje y dulce eras entre el placer y el sueño,
entre el fuego y el agua.

Tal vez muy tarde
nuestros sueños se unieron
en lo alto o en el fondo,
arriba como ramas que un mismo viento mueve,
abajo como rojas raíces que se tocan.

Tal vez tu sueño
se separó del mío
y por el mar oscuro
me buscaba como antes,
cuando aún no existías,
cuando sin divisarse navegué por tu lado,
y tus ojos buscaban lo que ahora
-pan, vino, amor y cólera-
te doy a manos llenas
porque tú eres la copa
que esperaba los dones de mi vida.

He dormido contigo
toda la noche mientras
la oscura tierra gira
con vivos y con muertos,
y al despertar de pronto
en medio de la sombra
mi brazo rodeaba tu cintura.

Ni la noche, ni el sueño
pudieron separarnos.

He dormido contigo
y al despertar tu boca
salida de tu sueño
me dio el sabor de tierra,
de agua marina, de algas,
del fondo de tu vida,
y recibí tu beso
mojado por la aurora
como si me llegara
del mar que nos rodea.

viernes, agosto 09, 2013

Historias de Medina Sidonia (VII)

Moneda fenicio-púnica acuñada en Asido (mediados del s. II o comienzos del s. I a. C.). Imagen tomada de http://www.tesorillo.com/oca/oca1.htm

La leyenda de Baucio Caropo (I)

En las páginas 311 y 312 de su Historia de la ciudad de Medina Sidonia (ed. J. Mª Enrile, Cádiz, Revista Médica, 1875) el vicario Francisco Martínez y Delgado inicia su galería de “sugetos seglares naturales de Medina Sidonia, que la ilustraron con sus hechos” con un personaje legendario al que llama “Barucio Caropo” (sic), cuya historia sitúa en la época en que los cartagineses penetraron en Andalucía. La fuente principal de su relato, como él mismo nos indica, es la obra de Pedro de Medina. Recordemos las palabras del Vicario (actualizamos grafía y puntuación):

Barucio Caropo o, como le nombran otros, Bocio Capeto, a la entrada de los cartagineses en Andalucía se dejó ver como un varón lleno de valor y ciencia, y diestro en el gobierno. De éste, de quien hace memoria el maestro Pedro de Medina, y fue natural de esta ciudad, referiremos un suceso que da a conocer su mérito. En una de aquellas ocasiones en que los cartagineses, nación astuta y guerrera, hacían sus tentativas para internarse en la provincia y poseerla a cualquier costo, una numerosa tropa de ellos, unida con los vecinos de Cádiz, entró en esta parte de la Andalucía, y, derramándose por sus campos, quemó algunas caserías, robó muchos ganados, prendió y mató muchos hombres, guareciéndose en unas empalizadas cercadas de cavas y bien fortalecidas, de las que salían para estas incursiones dirigidos por un esforzado capitán de su nación llamado Bezerbal. Llegó la noticia al referido Barucio, varón de crecida estatura, de mayor ánimo y de singular instrucción en leyes, geometría y filosofía natural, e, informado del número y calidad de los enemigos y lugar de su acogida, salió de Medina de noche y con la gente necesaria, sorprendió el campamento, lo asaltó y tomó con tanta presteza y valor que quedaron muertos o prisioneros todos los enemigos a excepción del comandante y muy pocos que pudieron seguirle, volviendo a la ciudad cargado de despojos y laureles. Al día siguiente partió el mismo Barucio al río Guadalete, donde los cartagineses tenían una escuadrilla de barcos con víveres; los incendiaron, matando a los que los tripulaban y aterrando a los demás que desde aquel día respetaron a Barucio y su tropa de Medina.

En la página 15 de esta misma obra el Vicario situaba la época de la dominación cartaginesa en España en el 543 a. C., y su llegada a Sidonia poco después de la destrucción de la ciudad fenicia por parte de los turdetanos. Establecidos en ella, la fortalecerían; “aficionados a la ventajosa situación, a la abundancia de frutos, a la cercanía de sus minas, a la grande abundancia de preciosos materiales que se descubrían entre sus ruinas, y que aún se veían en algunos edificios que se libraron del furor y del incendio; y, animados con el ejemplo de los fenicios, que en tal sitio lograron un excelente establecimiento, siguieron una senda ya descubierta que animaba en ellos las esperanzas de igual o mejor suerte” (ibidem, p. 17). Los cartagineses procederían a reedificar el templo de Hércules que habían levantado los fenicios.

sábado, agosto 03, 2013

Historias de Medina Sidonia (VI)



Sepulcro de Enrique II de Castilla en la catedral de Toledo
La leyenda del alcaide Ruy Fernández (III)

El vicario Francisco Martínez y Delgado en su Historia de la ciudad de Medina Sidonia (ed. J. M. Enrile, Cádiz, Revista Médica, 1875) cuenta entre los “vecinos esforzados dignos de honrosa memoria” por los hechos en que participaron en tiempo en que la ciudad era tierra de frontera a Ruy Fernández, cuya historia relata así:

Uno fue Ruy Fernández, que en tiempo del rey D. Enrique era capitán y alcaide de Medina Sidonia, para cuya defensa tenía de guarnición ochenta lanzas. Pasó por esta ciudad un pagador del Rey que llevaba dinero para los de Gibraltar. Ruy Fernández, noticioso de esto y hallándose con mucha necesidad de víveres, detuvo el que iba destinado a Gibraltar y lo distribuyó entre sus soldados contra la voluntad del pagador. Éste fue a quejarse al Rey que estaba en Sevilla y lo mandó llamar. Un día antes que el capitán marchase a Sevilla, una gran partida de moros pasó por delante de Medina y, como por orden del capitán ninguno de la ciudad salía a ellos, juzgaron éstos que la cobardía los tenía encerrados. Con esta seguridad y la confianza de su crecido número, retrocedieron e hicieron alto cerca de Medina. Ruy Fernández, que observó su poca reserva, alistó sus soldados y cerca del alba salió de la ciudad en buen orden, y dividiendo su tropa en dos cuerpos acometió al enemigo por dos partes. Los moros reprehendidos de su descuido y juzgando con el temor ser mayor el número de cristianos, ponen su seguridad en la fuga; mas, perseguidos, fueron al fin derrotados. Vueltos al lugar principal de la acción, mandó el Capitán cortar las cabezas a todos los moros que yacían difuntos en el campo de batalla en número de más de trescientos, y cargándolas en serones sobre acémilas que hizo venir de la ciudad, marchó con este repuesto a Sevilla. Llegó al alcázar y, reconvenido por el Rey del referido embargo, le suplicó en respuesta viese el regalo que traía. Desde una ventana vio el Rey aquel espectáculo y, preguntando la significación del enigma, le respondió Ruy Fernández: “Señor, estas cabezas son de moros, y para sustentar los que esto hacen, tomé yo el dinero de vuestra Alteza, para que ellos y yo nos pudiésemos sostener”. El Rey gustó mucho de su expresión, le mandó proveer bien y le hizo muchas mercedes. Se halla este hecho en la Historia y en una de las informaciones que se citarán después.

La Historia a la que se refiere el Vicario es la del Maestro Pedro de Medina, Grandezas de España, f. 41, según su cita a pie de página. La información es la ya mencionada en la entrada anterior dedicada a obtener indulgencias para la ermita de Santiago del Camino. En fin, nada aporta esta tercera versión, si acaso sorprende que haya desaparecido la intercesión del apóstol Santiago en la victoria de Ruy Fernández en un relato redactado por persona tan principal en la iglesia asidonense. Debió de parecerle excesivamente fantasiosa.
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