lunes, octubre 22, 2012

Thebussem (XXV)


El Rosario, José Gallegos y Arnosa, Colección particular (Madrid)

Cómo se acabó en Medina el Rosario de la Aurora,
por el Doctor Thebussem (II)

En la época a que nos referimos se hallaba la hidalguía en todo su vigor y pujanza, de modo que pertenecer al estado llano era poco menos que ser un paria. La nobleza requiere, del mismo modo que los jamones y el vino, si no es mala comparación, tiempo que le dé sabor, aroma, mérito y prestigio. Los caballeros antiguos no miraban con buenos ojos al novel caballero. Por esta causa, el ricacho labrador medinés don Francisco Picazo, cuya ejecutoria obtenida en la Chancillería de Granada se remontaba a seis años de fecha, era tenido en el más soberano desprecio por los antiguos y linajudos hidalgos que ostentaban noblesse bourgeoise desde el tiempo de sus abuelos. No hay que decir que el Tío Frasquito Picazo, como en el pueblo le llamaban, era listo, vividor e inteligente en sus negocios. Si algún envidioso lo calificaba de bruto, animal o pechero, él decía para su capote la idea que encierran los modernos versos de

No me ocurre el pensamiento
De tenerme por borrico,
Que quien supo hacerse rico
Tiene sobrado talento.(1)

Y como ciertamente su caletre era mayor que el de sus convecinos, y conocía la utilidad de ser amigo del corregidor, resultaba que las cosas rodaban siempre de modo que el Tío Frasquito, ya por lo afable de su carácter, ya por los regalos de pollos, pavos, frutas, dulces, jamones y garbanzos, o de buenos doblones de oro, siempre se hallaba bien relacionado con el árbitro de la justicia, y por consecuencia sus ganados disfrutaban las mejores dehesas, le asistía la razón en todos sus pleitos, y dispensaba por su influencia cierta clase de pequeños favores. En fin, el Tío Frasquito era un cacique con muchísima gramática parda, sabiendo como nadie arrimar el ascua a su sardina y donde le apretaba el zapato. Sin haber leído al bachiller Francisco de la Torre, conocía de sobra que

Porque en la tela del juicio
Venga el corte a tu medida,
Más vale un dedo de juez
Que una vara de justicia.(2)

Doña María Picazo, hija única del Tío Frasquito, era el tipo vulgar de una buena moza andaluza. Morena, gruesa, fresca, rebosando salud y con ojos y cabellos negros como el azabache, realzaba su hermosura con buenas saboyanas(3) y ropas colchadas de tafetán leonado, o vistosos corpiños y basquiñas(4) de seda con pasamanería de oro. Aun cuando, según la ejecutoria, no tenía sangre de moros ni de judíos, nadie hubiera podido representar como ella, en cualquier teatro del mundo, el papel de robusta esclava comprada en Berbería. La voz, la pronunciación, los movimientos, todo respiraba en ella, más que sangre goda de color azul, sangre árabe de la más colorada y plebeya. Pero como tales circunstancias concurrían en muchas damas andaluzas, claro es que pasaban inadvertidas para un público en el cual debían existir muy pocos aficionados a los estudios antropológicos. La educación de doña María era muy limitada. Sabía leer letras de molde y hacer de memoria cuentas de cantidades que no pasasen de tres guarismos. En cuanto a escribir, el Tío Frasquito opinaba que era, no solamente inútil sino hasta perjudicial en las mujeres, y por lo tanto su hija no era capaz de trazar un palote. En cambio, podía recibirse de doctora en materias de rueca, aguja y cocina, y en cuanto tocaba al orden, concierto y economía de la casa.

Con toda su riqueza, su mérito y su virtud, era difícil que doña María lograse un buen novio. Para los hidalgos era demasiado baja, y para los pecheros demasiado alta semejante dama.

(Continuará)
Joven dama con mantilla y basquiña, Francisco de Goya (h. 1800-1805), National Gallery of Art (Washington)
(1) Estos versos están puestos en boca de don Fabricio en la escena III de la comedia en un solo acto de Manuel Bretón de los Herreros Mi secretario y yo, estrenada en 1841.
(2) Los versos aparecen atribuidos al poeta tortosano Francisco de la Torre y Sevil (1625-1681) en el Museo epigramático o colección de los más festivos epigramas y otras composiciones análogas escogidos de nuestros poetas antiuos y modernos, editado por Amancio Peratoner, seudónimo de Gerardo Blanco (Barcelona, Librería Popular, 1864).
(3) Especie de basquiña abierta por delante.
(4) Falda usada por las damas españolas entre los siglos XVI y XIX. Solía ser de color negro y  emplearse en ceremonias solemnes.
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