jueves, septiembre 13, 2012

Medina Sidonia en la Guerra de la Independencia (XXXVIII)


La proclamación de la Constitución en Santiago, acuarela de J. Romero (2011)

¡Viva la Pepa! (VIII)

Escena 4



Los mismos


Plaza de Santiago. Francisco Simón ha estado leyendo los títulos VI, VII y VIII de la Constitución y descansa brevemente.

Joaquín: Vaya una “pechá” de hablar que se está dando el señor secretario.

Alfonso: Eso le dará su buen dinerito.

María la Sacristana: Pues no lo creo, que dicen que todo es por voluntad de que mejore el pueblo.

Presbítero: ¿Qué? ¿Habéis entendido cómo queda el Ayuntamiento?

Joaquín: Pues muy requetebién, pater. Que cada año los ciudadanos escogerán varios electores y que éstos elegirán los cargos municipales: los alcaldes, los regidores y los procuradores síndicos. Y que ninguno podrá repetir hasta dos años después, y si se le permite…

Presbítero: Y que el Ayuntamiento nombrará un secretario.

Alfonso: O sea, que el Duque ni pinchará ni cortará en todo el asunto.

Joaquín: Eso. Ya está bien de señores. (Gesticulando) ¡Un peñascazo le daba yo al escudo de la puerta de la iglesia!

Presbítero: Joaquín, sé prudente. Que esto del gobierno da muchos tumbos, como decía Platón.

María la Sacristana: ¡Dios mío! ¿Y quién es ése? ¿No será uno de esos escritores franceses que tanto le gustan a vuesa merced?

Presbítero: ¡Calla, María, que no está el horno para bollos!

Alfonso: ¿Y piensa usted que estos nuevos alcaldes manejarán bien los dineros del pueblo y sabrán encargarse de todo lo que ha dicho ese hombre: policía, escuelas, hospitales, caminos, repartimientos de contribuciones y demás?

Presbítero: ¿Y por qué no? Además estarán bajo la vigilancia de la diputación provincial.

Joaquín: ¿Eso es nuevo, verdad pater?

Presbítero: Pues sí. Cuando se creen definitivamente las provincias, hasta siete personas acompañarán al jefe político y al intendente para aprobar las contribuciones de los pueblos, examinar sus cuentas y vigilar que se cumpla la Constitución en todos ellos.

Alfonso: Lo que ha dicho de los dineros es lo que más me ha gustado. Que las contribuciones se repartirán entre todos los españoles con proporción a sus facultades, sin excepción ni privilegio alguno.

Joaquín: Pues a mí lo de que en todos los pueblos haya escuelas en las que a los niños se enseñe a leer, escribir y contar…

Presbítero (le interrumpe): ¡Y el catecismo de la religión católica!

Don Francisco Simón (toma de nuevo la palabra en el estrado que hay ante la puerta de la iglesia): Título X. De la observancia de la Constitución, y modo de proceder para hacer variaciones en ella. Capítulo único.

María la Sacristana: Ya sigue, que ha cobrado resuello con el vasito de mistela.

Francisco Simón: Todo español tiene derecho de representar a las Cortes o al Rey para reclamar la observancia de la Constitución.

Joaquín: ¡Y cómo se ha venido arriba!

Presbítero: ¡Calla, y déjame oír el final!

Francisco Simón: Entonces, asidonenses, ¿Juráis por Dios y por los Santos Evangelios guardar y hacer guardar la Constitución Política de la Monarquía Española sancionada por las Cortes generales y extraordinarias de la Nación y ser fieles al Rey?

Todos los presentes: Sí, juramos. ¡Vivan las Cortes! ¡Viva la Constitución! ¡Viva la Pepa!

Sombreros al aire. Salva de fusilería.
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