sábado, septiembre 29, 2012

Otoño (I)


Alegoría del otoño, Sandro Botticelli (h. 1480-1485), British Museum
 "El otoño se acerca...", de Ángel González
 
El otoño se acerca con muy poco ruido:
apagadas cigarras, unos grillos apenas,
defienden el reducto
de un verano obstinado en perpetuarse,
cuya suntuosa cola aún brilla hacia el oeste.
Se diría que aquí no pasa nada,
pero un silencio súbito ilumina el prodigio:
ha pasado
un ángel
que se llamaba luz, o fuego, o vida.
Y lo perdimos para siempre.

(Otoños y otras luces, 2001)

sábado, septiembre 15, 2012

Medina Sidonia en la Guerra de la Independencia (XXXIX)

¡Viva la Pepa! (IX y último)

Epílogo


Alfonso y Joaquín. Gente

Lunes 14 de septiembre. Plaza de la Muela. Ambiente de fiesta. Música

Corretean los chiquillos con molinillos alrededor de un vendedor de chucherías. Algunas parejas pasean cogidas del brazo y se saludan. Unos toreros requiebran a unas mozas que se vuelven sonrientes. Un viejo cura con bastón se persigna. Soldados que hablan relajados. Suena un clarín que anuncia el inicio de una corrida de toros, y todos acuden. Aparecen en escena Alfonso y Joaquín.


Joaquín (un poco achispado): ¡Vamos, Alfonso, que ahora empieza lo bueno! ¡Y sin tener que apoquinar!

Alfonso: ¡Calla, “espabilao”, y aprovecha, que esta misma tarde salta el Levante!

Joaquín: ¡No, si aquí no hay fiesta en que no se presente Su Excelencia!

Un grupo de jóvenes: ¡Vamos a la Plaza, que ya empiezan los toros!... ¡Y Viva la Pepa!

Alfonso (ha echado el brazo sobre el hombro de su amigo Joaquín. Se añaden al grupo): ¡Viva la Constitución! ¡Viva la Pepa! (Se añade a ellos el zapatero Nicolás).


FIN

jueves, septiembre 13, 2012

Medina Sidonia en la Guerra de la Independencia (XXXVIII)


La proclamación de la Constitución en Santiago, acuarela de J. Romero (2011)

¡Viva la Pepa! (VIII)

Escena 4



Los mismos


Plaza de Santiago. Francisco Simón ha estado leyendo los títulos VI, VII y VIII de la Constitución y descansa brevemente.

Joaquín: Vaya una “pechá” de hablar que se está dando el señor secretario.

Alfonso: Eso le dará su buen dinerito.

María la Sacristana: Pues no lo creo, que dicen que todo es por voluntad de que mejore el pueblo.

Presbítero: ¿Qué? ¿Habéis entendido cómo queda el Ayuntamiento?

Joaquín: Pues muy requetebién, pater. Que cada año los ciudadanos escogerán varios electores y que éstos elegirán los cargos municipales: los alcaldes, los regidores y los procuradores síndicos. Y que ninguno podrá repetir hasta dos años después, y si se le permite…

Presbítero: Y que el Ayuntamiento nombrará un secretario.

Alfonso: O sea, que el Duque ni pinchará ni cortará en todo el asunto.

Joaquín: Eso. Ya está bien de señores. (Gesticulando) ¡Un peñascazo le daba yo al escudo de la puerta de la iglesia!

Presbítero: Joaquín, sé prudente. Que esto del gobierno da muchos tumbos, como decía Platón.

María la Sacristana: ¡Dios mío! ¿Y quién es ése? ¿No será uno de esos escritores franceses que tanto le gustan a vuesa merced?

Presbítero: ¡Calla, María, que no está el horno para bollos!

Alfonso: ¿Y piensa usted que estos nuevos alcaldes manejarán bien los dineros del pueblo y sabrán encargarse de todo lo que ha dicho ese hombre: policía, escuelas, hospitales, caminos, repartimientos de contribuciones y demás?

Presbítero: ¿Y por qué no? Además estarán bajo la vigilancia de la diputación provincial.

Joaquín: ¿Eso es nuevo, verdad pater?

Presbítero: Pues sí. Cuando se creen definitivamente las provincias, hasta siete personas acompañarán al jefe político y al intendente para aprobar las contribuciones de los pueblos, examinar sus cuentas y vigilar que se cumpla la Constitución en todos ellos.

Alfonso: Lo que ha dicho de los dineros es lo que más me ha gustado. Que las contribuciones se repartirán entre todos los españoles con proporción a sus facultades, sin excepción ni privilegio alguno.

Joaquín: Pues a mí lo de que en todos los pueblos haya escuelas en las que a los niños se enseñe a leer, escribir y contar…

Presbítero (le interrumpe): ¡Y el catecismo de la religión católica!

Don Francisco Simón (toma de nuevo la palabra en el estrado que hay ante la puerta de la iglesia): Título X. De la observancia de la Constitución, y modo de proceder para hacer variaciones en ella. Capítulo único.

María la Sacristana: Ya sigue, que ha cobrado resuello con el vasito de mistela.

Francisco Simón: Todo español tiene derecho de representar a las Cortes o al Rey para reclamar la observancia de la Constitución.

Joaquín: ¡Y cómo se ha venido arriba!

Presbítero: ¡Calla, y déjame oír el final!

Francisco Simón: Entonces, asidonenses, ¿Juráis por Dios y por los Santos Evangelios guardar y hacer guardar la Constitución Política de la Monarquía Española sancionada por las Cortes generales y extraordinarias de la Nación y ser fieles al Rey?

Todos los presentes: Sí, juramos. ¡Vivan las Cortes! ¡Viva la Constitución! ¡Viva la Pepa!

Sombreros al aire. Salva de fusilería.

Medina Sidonia en la Guerra de la Independencia (XXXVI)



¡Viva la Pepa! (VI)

Escena 2

Don Francisco Simón, Joaquín, Alfonso, el presbítero Pedro Vela, el gentío

Poco después de las 4 de la tarde del mismo día 13. En la Plaza de la Muela. Sobre un estrado y ante un atril en el que se apoya un ejemplar de la Constitución de Cádiz, lee el secretario de la comisión. Le acompañan en el mismo el juez Galindo y el gobernador militar. Abajo, en primera fila, permanece el resto de miembros del Ayuntamiento al que acompañan varios clérigos. Una multitud se agrupa entorno. Hay también soldados en formación. Después del murmullo general prosigue su lectura el secretario.



Francisco Simón (en tono solemne): Capítulo segundo, De los españoles. Artículo 5. Son españoles. Primero: Todos los hombres libres nacidos y avecindados en los dominios de las Españas, y los hijos de éstos. Segundo: Los extranjeros que hayan obtenido de las Cortes carta de naturaleza. Tercero: Los que, sin ella, lleven diez años de vecindad ganada según la ley en cualquier pueblo de la Monarquía. Cuarto. Los libertos desde que adquieran la libertad en las Españas…

Joaquín (desconcertado): Oye, Alfonso, ¿qué es eso de los libertos, que nunca he escuchado semejante palabra?

Alfonso (más desconcertado aún): Pues eso tendrá que ver con la libertad que trae la Constitución…

Presbítero: ¡Callad y escuchad, zoquetes! Eso de libertos no va con vosotros sino con los esclavos que ganen su libertad.

Alfonso: ¿Y a todos les darán libertad?

Presbítero: ¡Calla, que después te lo explico en la iglesia!

Francisco Simón (prosigue): Artículo 8. También está obligado todo español, sin distinción alguna, a contribuir en proporción de sus haberes para los gastos del Estado.

Alfonso: Eso me parece de justicia. ¡Qué al final siempre pechamos los mismos!

Joaquín: ¿Y qué voy a pagar yo si no me da el jornal ni para comer?... ¿Y eso va también con los curas?

Presbítero (un tanto sorprendido): ¡Calla, haragán, y deja que escuchemos qué tierras formarán las Españas, porque a estos malditos franceses no les daremos ni una migaja!

Don Francisco Simón (prosigue, y ahora levanta el brazo derecho con el índice señalando al cielo): Artículo 12. La religión de la nación española es y será perpetuamente la católica, apostólica, romana, única verdadera. La Nación la protege por leyes sabias y justas, y prohíbe el ejercicio de cualquier otra.

Presbítero (con cara de satisfacción): No podía ser de otra forma en la tierra de María Santísima y de Santiago Apóstol.

Francisco Simón: Artículo 14. El gobierno de la nación española es una monarquía moderada hereditaria. Artículo 15. La potestad de hacer las leyes reside en las Cortes con el Rey…

Presbítero: Pues no ésta poca novedad.

Todos los presentes: ¡Viva el rey Fernando! ¡Vivan las Cortes!

Francisco Simón: Artículo 18. Son ciudadanos aquellos españoles que por ambas líneas traen su origen de los dominios españoles de ambos hemisferios, y están avecindados en cualquier pueblo de los mismos dominios.

Joaquín: Eso de las líneas y los hemisferios no lo entiendo, pater.

Presbítero: Las líneas son tu padre y tu madre, zoquete. Luego te hablo en la iglesia de los hemisferios.

Alfonso (a Joaquín): Debe de ser asunto serio si hay que tratarlo en la iglesia.

Joaquín (a Alfonso): Me parece a mí que este don Pedro no quiere perder ovejas de su rebaño.

Francisco Simón: Artículo 23. Sólo los que sean ciudadanos podrán obtener empleos municipales y elegir para ellos en los casos señalados por la ley. Artículo 24. La calidad de ciudadano español se pierde. Primero: Por adquirir naturaleza en país extranjero. Segundo: Por admitir empleo de otro gobierno…

Alfonso: ¡Eso, los afrancesados a la calle! ¡Fuera los que chuparon del bote con Pepe Botella!

Presbítero (en voz baja): ¡Alfonso, sé prudente!

Alfonso (descarado): Prudencia me pide usted, con un hijo que se me fue al comienzo de la guerra y del que hace años que no sé nada.

Francisco Simón: Por el estado de deudor quebrado o de deudor a los caudales públicos…

Presbítero: Esto va a traer cola. ¡Si casi todos los poderosos tienen deudas con el Ayuntamiento…!


Medina Sidonia en la Guerra de la Independencia (XXXVII)



Plaza de la Iglesia Mayor de Medina Sidonia a comienzos del siglo XX

¡Viva la Pepa! (VII)

Escena 3


Joaquín, Alfonso, el presbítero, María la Sacristana (con hábito de Jesús muy gastado)


Plaza de la Iglesia Mayor.

Alfonso: Entonces, según ha dicho el secretario, habrá Cortes que elegiremos los ciudadanos.

Presbítero: Así es, los vecinos se reunirán en juntas parroquiales, de éstas saldrán representantes que se reunirán en la cabeza de partido con los de los otros pueblos. Éstos escogerán a los representantes del partido que acudirán a una junta provincial en la capital para nombrar a los diputados que correspondan a cada provincia, uno por cada 70.000 almas.

Joaquín: Pues sí que es complicada la cosa. ¿Y qué dijo que pedían para ser diputado?

Presbítero: Pues ser ciudadano con todos los derechos, tener más de 25 años, haber nacido en la provincia a la que se quiera representar y tener una renta proporcionada procedente de bienes propios.

María la Sacristana: En fin, Joaquinito, que eso no va con nosotros.

Alfonso: Y además, habrá Cortes todos los años.

Presbítero: Sí señor, y habrán de reunirse en Madrid al menos por tres meses a partir de primeros de marzo.
Joaquín: Pero, ¿es que ya no hay franceses en Madrid?

Alfonso: Mira que eres carajote, Joaquín. ¡Qué esto es para cuando se vayan, que será pronto!

María la Sacristana: Y cuando vuelva nuestro rey, que con el esfuerzo de los patriotas y la ayuda de Lord Wellington será pronto.

Joaquín: ¿Y quién mandará más, el rey o las Cortes?

Presbítero: Pues las Cortes harán las leyes y el rey dirá que sí o que no.

Joaquín: ¡Y si dice que no, ya la hemos liado!

Presbítero: En ese caso, al año siguiente se podrá tratar otra vez el tema.

Joaquín: ¿Y si el rey dice que nones?

Presbítero: Pues para el año siguiente. Y entonces al rey no le quedará otro remedio que dar su aprobación.

Alfonso: O sea, que a la tercera va la vencida.

Presbítero: Así es.

María la Sacristana: ¿Y usted se lo cree, pater?

Presbítero: No queda otro remedio, es lo que han decidido en Cádiz, y el rey tendrá que aceptarlo, y jurar la Constitución.



Escena 4


Los mismos


Sube a un estrado situado junto a la escalinata de la Iglesia Mayor don Francisco Simón.

Francisco Simón: Artículo 242. La potestad de aplicar las leyes en las causas civiles y criminales pertenece exclusivamente a los tribunales. Artículo 243. Ni las Cortes ni el Rey podrán ejercer en ningún caso las funciones judiciales…

Alfonso: Esto de los códigos y los tribunales es lo que menos entiendo.

Joaquín (a Alfonso): No te preocupes, que ya te lo explicará el pater luego en la iglesia.

María la Sacristana: Callaos, que ya estamos otra vez con las cabezas de partido.

Joaquín: ¿Y eso qué era?

Francisco Simón: … Y en cada cabeza de partido habrá un juez de letras con un juzgado correspondiente.

Presbítero (con aire de suficiencia): Pues nada, tendremos juez en Medina seguramente.

Francisco Simón: Artículo 274. Las facultades de estos jueces se limitarán precisamente a lo contencioso, y las leyes determinarán hasta de qué cantidad podrán conocer en los negocios civiles sin apelación.

Alfonso: A fe mía que no entiendo un pimiento.

Presbítero: Dice que el juez del partido sólo podrá juzgar en determinados casos.

María la Sacristana: ¿Y entonces, el corregidor?

Presbítero: Me parece que habrá que olvidarse de ellos. Escucha…

Francisco Simón: Artículo 282. El alcalde de cada pueblo ejercerá en él el oficio de conciliador, y el que tenga que demandar por negocios civiles o por injurias deberá presentarse a él con este objeto.

Presbítero: O sea, que el alcalde podrá poner de acuerdo a las partes para evitar ir al juzgado y tener que hacer gastos.

Alfonso: Eso me parece acertado.

Joaquín: Natural, con lo que tú miras por un cuarto…

María la Sacristana: No lo sabes tú bien, que no echa en el cepillo ni en la función de Santa Ana. ¡Mira que es “encogío”!

Alfonso: ¿Qué sabrás tú? Si el Levante ha dejado una pasera bajo las higueras y la mitad de la fruta de este verano sólo ha servido para dar de comer a los cochinos.

Presbítero: Mirad, ahora habla de la pena de prisión, y dice que antes de meter a uno en la cárcel deberá decírsele el porqué y se le presentará un mandamiento del juez. Que se le tomará declaración pero sin juramento. Que las prisiones serán dignas y que no se podrá torturar a nadie.

María la Sacristana: Dios nos libre.

Alfonso y Joaquín: Así sea.

Francisco Simón: Entonces, asidonenses, ¿Juráis…?

Todos los presentes: Sí, juramos. ¡Vivan las Cortes! ¡Viva la Constitución!

Salva de fusilería.

Medina Sidonia en la Guerra de la Independencia (XXXV)

La Iglesia de Santa María la Mayor de Medina Sidonia a comienzos del siglo XX. Retablo mayor y paso de San José en primer plano. Fotografía para el Catálogo Monumental de España. Provincia de Cádiz, de Enrique Romero de Torres

¡Viva la Pepa! (V)

ACTO III


Escena 1


El beneficiado José Ruiz Zensano, otros sacerdotes, el escribano secular Simón Jiménez Ruiz, fray Pablo de Vélez, las autoridades civiles, religiosas y militares, la gente
13 de septiembre de 1812. La Iglesia Mayor está repleta después de la procesión que ha traído desde San Agustín a la Virgen de la Paz en unión de las imágenes de las restantes cofradías. Entre el gentío militares, curas y algunos frailes. Rostros de satisfacción y júbilo entre los vecinos. Un intenso aroma a incienso lo envuelve todo. Se van apagando el repique de campanas y los instrumentos y voces de la capilla musical. En el presbiterio hay una mesa vestida de damasco sobre la que reposan en atriles el libro de la Constitución y los Santos Evangelios. A su lado, un crucifijo de orfebrería. Los miembros del Ayuntamiento, las autoridades militares y algunos miembros del clero ocupan los bancos de honor.


El beneficiado (con ornamentos verdes propios del tiempo ordinario, al pie del altar y hecha la debida reverencia): In nomine Patris et Filii et Spiritus Sancti. Amen. (Junta las manos delante del pecho). Introibo ad altare Dei.

Un sacerdote: Ad Deum, qui laetificat iuventutem meam…

El beneficiado: Iudica me, Deus, et discerne causam meam de gente non sancta…

El beneficiado se santigua. Luego se dirige de nuevo a sus ministros y éstos le responden. De nuevo se santigua, y luego se dirige al altar y lo besa. Suena el kyrie. Besa de nuevo el altar y se dirige a los presentes.

El beneficiado: Dominus vobiscum.

Los presentes: Et cum spiritu tuo.

Prosigue la misa. Bajada de la iluminación.

El beneficiado (en el centro del altar): …Et vitam venturi saeculi. Amen.

Simón Jiménez Ruiz (lee desde el púlpito): Don Fernando VII, por la gracia de Dios y la Constitución de la Monarquía Española Rey de las Españas y, en su ausencia y cautividad la Regencia de Reino nombrada por las Cortes Generales y Extraordinarias, a todos los que las presentes vieren y entendieren, sabed: Que las mismas Cortes han decretado y sancionado la siguiente Constitución Política de la Monarquía Española. En el nombre de Dios Todopoderoso, Padre, Hijo y Espíritu Santo, autor y supremo legislador de la sociedad. Título primero. De la nación española y de los españoles. Capítulo primero. De la nación española. Artículo primero. La nación española es la reunión de todos los españoles de ambos hemisferios. Artículo segundo. La nación española es libre e independiente, y no es, ni puede ser, patrimonio de ninguna familia ni persona…

Prosigue la lectura del texto. Bajada de la iluminación

Fray Pablo de Vélez (que ha subido al púlpito. Comienza con tono enfático): “Leeréis este libro que os enviamos para que lo deis a conocer en la casa del Señor en el día de fiesta y en los días oportunos”. (Pequeño silencio). Como el pueblo judío que penaba en Babilonia su exilio tras la destrucción de Jerusalén recibió de Baruc el libro en que se contenía la plegaria para redimir sus males y los preceptos de la sabiduría divina que habían de devolverle la esperanza, así recibimos nosotros del sabio congreso reunido en Cádiz esta Constitución, fruto de sus incansables esfuerzos y demostración de su deseo de felicidad para todos los habitantes de las Españas. Son sus palabras garantía ante los ataques de cualquier enemigo extranjero que amenace nuestro reposo y ariete contra el perverso tirano que aún abate muchos de sus pueblos y ciudades… (Prosigue con aspavientos de vez en cuando).

Baja la iluminación.

El beneficiado (que se ha acercado a la mesa y abre sus manos ante los ejemplares de los libros que allí se encuentran, se dirige a quienes ocupan los bancos de honor): Entonces, vosotros, en quienes hoy reside la autoridad civil y militar de esta ciudad en virtud de los decretos de las Cortes y la Regencia del Reino, y a quienes está encomendada la felicidad de este pueblo de Medina Sidonia, ¿juráis por Dios y por los Santos Evangelios guardar y hacer guardar la Constitución Política de la Monarquía Española sancionada por las Cortes generales y extraordinarias de la Nación y ser fieles al Rey?

Las autoridades (de pie) y el propio beneficiado: Sí, juramos.

El beneficiado (se dirige ahora al público): ¿Y vosotros, los aquí presentes, juráis por Dios y por los Santos Evangelios guardar y hacer guardar la Constitución Política de la Monarquía Española sancionada por las Cortes generales y extraordinarias de la Nación y ser fieles al Rey?

El gentío: Sí, juramos.

De nuevo silencio. El beneficiado se dirige al altar y comienza el rito del ofertorio y la consagración. Finalmente se comienza el canto del Te Deum. De fondo:

Te Deum laudamus:
te Dominum confitemur.
Te aeternum Patrem,
omnis terra veneratur.

Tibi omnes angeli,
tibi caeli et universae potestates:
tibi cherubim et seraphim,
incessabili voce proclamant…

sábado, septiembre 08, 2012

Otra vez Sorolla

Clotilde y Sorolla, fotografía de  José María Demaría López "Campúa" (1923), Museo Sorolla
"Clotilde de Sorolla"..., y Sorolla de Clotilde

Clotilde García del Castillo (Valencia, 1865- Madrid, 1929) conquistó el corazón de Joaquín Sorolla  siendo éste estudiante de Bellas Artes en Valencia cuando se incorporó como iluminador de fotos al taller de su padre, Antonio García. Siempre su musa, compañera en los momentos felices y amargos, amadísima y amantísima esposa, y madre de sus tres hijos, "Clota", como la llamaba el pintor, es la protagonista de una buena cantidad de retratos, preciosos cuadros y dibujos reveladores de la intimidad familiar (el nacimiento de los hijos, el juego con ellos, la lectura, el descanso...) que se exponen hasta mediados de octubre en el Museo Sorolla de Madrid, casa que fue del matrimonio y generosa donación de la viuda del artista al Estado Español junto con la obra que contenía, a la que se añadiría enseguida la regalada por sus hijos. 
Exposición "Clotilde de Sorolla" (foto J. Romero)
Almas complementarias, la correspondencia entre Sorolla y Clotilde, tantas veces alejados por las obligaciones que imponía al artista su trabajo (la elaboración de los paneles para la decoración de la Biblioteca de la Hispanic Society, la Visión de España, supuso un hito en este sentido), revela un cariño, una complicidad y una pasión envidiables a lo largo de toda una vida en común. Cuatro años después de su matrimonio escribía Clotilde a su marido:

He recibido la tuya cortita pero muy cariñosa, y alegrándome que me quieres como el primer día, no lo dudo, vida mía, y por esa parte vivo muy tranquila y estoy cierta que a ti te sucederá lo mismo respecto a tu mujer fea que, aunque no lo sabe demostrar, te quiere de corazón.

En 1907 Sorolla le decía:

Todo mi cariño está reconcentrado en ti y, si bien los hijos son los hijos, tú eres para mí más, mucho más que ellos, por muchas razones que no hay para qué citarlas. Eres mi carne, mi vida y mi cerebro, llenas todo el vacío que mi vida de hombre sin afectos de padre y madre tenía antes de conocerte, eres mi ideal perpetuo y sin ti nada me importaría mucho...

Cuando se disponía a comprarle un vestido durante una estancia en París en 1913 el pintor bromeaba en una carta: "Recibí hoy tu cuerpo (¡¡ojalá!!), y fuimos a la modista..."

Pero en todo momento Clotilde tiene claro que Sorolla vive apasionadamente su pintura y que en ella pone también su vida. Cuando en 1918 Sorolla estaba terminando en Elche El palmeral, escribe a su marido:

Por desgracia, en cuanto termines tu obra y regreses, volverás a ser el "León enjaulado", como te llamo yo muchas veces, y volverás a sentir la nostalgia de mi terrible rival, más terrible cuanto más tiempo pasa... En fin, disfruta ahora que puedes ya que tu dicha completa es el trabajo.

Cartas de Clotilde a Sorolla, Museo Sorolla (foto J. Romero)

El sencillo Perfil de Clotilde (1884) y la ensimismada Clotilde con mantilla (1920) enmarcan un recorrido por todo el Museo ya que algunas de las obras de la muestra se han mantenido en su emplazamiento habitual mientras que otras ocupan la primera planta del edificio. Resultan particularmente novedosos los dibujos a lápiz y carboncillo; es deliciosa la acuarela El primer hijo; la sonrisa de Clotilde llena el gouache Día de Reyes; es la mirada la protagonista en Clotilde con traje gris, Clotilde con gato y perro o Clotilde en traje de noche. Y no faltan esas escenas preñadas de luz a la orilla del mar tan características del pintor valenciano. Todo ello se complementa con una estupenda selección de fotografías de Clotilde y de la familia Sorolla. Sobrecoge la escena de la esposa arrodillada ante el féretro del artista y es testimonio de abnegada devoción por él la imagen con que abrimos esta entrada, con un Sorolla ya paralizado por la hemiplejia.

Exposición "Clotilde de Sorolla" (foto J. Romero)

Los textos de las cartas están tomados del catálogo de la exposición. Más información sobre la misma en 

lunes, septiembre 03, 2012

Medina Sidonia en la Guerra de la Independencia (XXXIV)



En la barbería, grabado de La Ilustración Española y Americana (1887) a partir del óleo original del José Jiménez Aranda
 Viva la Pepa (IV)

Escena 3


Don Antonio José Galindo, don Francisco Simón y Moreno y Diego Pérez

Día 4 de septiembre. Despacho de don Antonio José Galindo, en el Ayuntamiento.


Diego Pérez: No se apene usted, señor juez, cuando no se puede…

Francisco Simón: Nada importará retrasar una semana la celebración si ello redunda en su mayor brillantez.

Antonio José Galindo: Pero habrá que asegurarse esta vez. Escribiré de inmediato a Jiménez para ver si ya tiene encargado el cuadro y si ha contratado a los músicos y a los coheteros. Diego, ¿cómo va el asunto de los toros?

Diego Pérez: Tendrá usted que escribir a Alcalá y a Vejer, porque nuestros ganaderos…

Antonio José Galindo: ¿Y el adorno del Ayuntamiento?

Diego Pérez: Eso ya está solucionado. El mismo sábado se pondrá una colgadura de damasco en el balcón, se subirán las macetas y se dispondrán los víctores y los cuadros ensalzando al Rey, la Patria, la Religión, las Cortes, la Regencia y la Alianza. No faltará una buena iluminación.

Antonio José Galindo: ¿Y del incendio en el castillo, qué se sabe, Paco?

Francisco Simón: Pues, además de la muerte del sargento, ha causado la pérdida de la mayor parte de municiones y alimentos que dejaron los franceses.

Diego Pérez: Natural. Tenían almacenada tanta leña.

Francisco Simón: Parece que había pólvora derramada en el suelo… En cualquier caso, el asunto será llevado por don Felipe de Prados.

Antonio José Galindo: ¿Y se ha solucionado ya el abastecimiento de la tropa?

Diego Pérez: Han llegado por fin las 20 reses que se pidieron a Paterna y queda en pie el repartimiento hecho el día 2 a los emigrados. Juan Rafael de Pina sigue suministrando aceite, leña y vino como usted le ordenó, pero no para de quejarse ya que no ve un real. La situación puede complicarse en cuanto falte la carne, pues en el pueblo nada queda. Para la harina, se está empleando el trigo que se almacenó en la cilla para la contribución a los franceses, y Juan Moguel se ocupa del panadeo.

Antonio José Galindo: Habrá que reservar una parte para entregar una limosna de pan el día de la celebración a los presos, a la Casa de Huérfanas y a la Casa de Misericordia.

Diego Pérez: Pierda usted cuidado, señor juez.

domingo, septiembre 02, 2012

Medina Sidonia en la Guerra de la Independencia (XXXIII)

Medina Sidonia. Ayuntamiento (inicios del s. XX). Portfolio Fotográfico de España
Viva la Pepa (III)

Acto II

Escena 2


Día 2 de septiembre. Salón de Plenos. Está reunida parte del Ayuntamiento interino: el juez Antonio José Galindo; el secretario Francisco Simón; los regidores Diego Pérez, Diego Jiménez, Pedro María Rubio, Sebastián de Ortiz y Juan de Orcero Camacho; y los diputados Antonio Mateos y Nicolás Martínez.


Francisco Simón (con la cabeza inclinada sobre un papel): Sepan quienes ahora se suman a este cabildo, por si aún no se han enterado, que ha quedado acordada la proclamación de la Constitución para el domingo 6 de septiembre y que el señor juez cuenta para darle mayor lucimiento y magnificencia con la colaboración del señor vicario, los presbíteros Pareja y Jiménez Cote, y, entre otros, con los vecinos honrados Juan de Toledo y Ortega, Miguel Montes de Oca, Manuel Mateos, Ramón Ibarra y Francisco Rodríguez; que se decorará la Iglesia Mayor, donde tendrá lugar la ceremonia; se fabricará un dosel para contener un retrato de Su Majestad el rey Fernando; habrá iluminación especial, fuegos de artificio y concierto de música. Don Francisco de Paula Jiménez, síndico personero de este ayuntamiento, se encuentra ya comisionado en Cádiz para contratar fuegos y músicos, y comprar el retrato de Su Majestad.

Antonio José Galindo: Esa mañana acompañaremos una procesión que irá de San Agustín a Santa María, donde se procederá al juramento. El mismo día a las cuatro de la tarde el Ayuntamiento en pleno saldrá de estas Casas Capitulares y se publicará la Constitución en la Plaza de la Muela, en la Plaza de Santa María y en la de Santiago. Al día siguiente a las 10 tendrá lugar una solemne función de iglesia y la posterior procesión.

Pedro Rubio: ¿Se contará con fondos suficientes?

Antonio José Galindo: De los que adeuda el arrendador del aguardiente, aunque la Regencia ha puesto también a nuestra disposición la última contribución ordinaria impuesta por los franceses.

Diego Jiménez: ¿Participarán las tropas en los actos?

Antonio José Galindo: Pasaré oficio al gobernador militar, don Felipe de Prados, para que acompañe las celebraciones con sus oficiales y tropa, y don Ramón Ibarra se ocupará de las invitaciones al clero y del protocolo de iglesia.

Antonio Mateos: Algún dinero podría sacarse también a los ganaderos de otros pueblos cuyas reses pastan en el término. ¡Que bien nos cobraron en otros pueblos durante la ocupación!

Antonio José Galindo: Pues, si hay conformidad, así sea. ¿Qué cuota podría establecerse?

Diego Jiménez: Cinco reales al mes por cabeza parece un alquiler razonable.

Juan Orcero: Habrá que activar en estos días de celebración la vigilancia de los pesos y medidas de los abastecedores y de los establecimientos públicos.

Antonio José Galindo: Parece obligado, que no debe sufrir fraudes un vecindario tan castigado por tanto tiempo. Por lo demás, mañana mismo se publicará un edicto llamando a la participación del pueblo en los actos, a la limpieza y riego de las calles en lo que a cada uno toque, al adorno de balcones y ventanas, y a la iluminación de las fachadas en los próximos días 5, 6 y 7.

Antonio Mateos (con entusiasmo): ¿Y qué me dice usted de los toros? No quedaría completo el festejo sin un par de corridas.

Diego Pérez: Todo se está andando, Antonio, pero escasean los animales en los cortijos.
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