viernes, marzo 09, 2012

El lamento de Ariadna (I)

Ariadna, Herbert James Draper (h. 1905), Colección privada

Catulo LXIV, 132-201 

'Sicine me patriis auectam, perfide, ab aris
Perfide, deserto liquisti in litore, Theseu?
Sicine discedens neglecto numine diuum,
Immemor a! deuota domum periuria portas?                 135
Nullane res potuit crudelis flectere mentis
Consilium? tibi nulla fuit clementia praesto,
Immite ut nostri uellet miserescere pectus?
At non haec quondam blanda promissa dedisti
Voce mihi, non haec miserae sperare iubebas,                140
Sed conubia laeta, sed optatos hymenaeos,
Quae cuncta aereii discerpunt irrita uenti.
Nunc iam nulla uiro iuranti femina credat,
Nulla uiri speret sermones esse fideles;
Quis dum aliquid cupiens animus praegestit apisci,        145
Nil metuunt iurare, nihil promittere parcunt:
Sed simul ac cupidae mentis satiata libido est,
Dicta nihil metuere, nihil periuria curant.
Certe ego te in medio uersantem turbine leti
Eripui, et potius germanum amittere creui,                    150
Quam tibi fallaci supremo in tempore dessem.
Pro quo dilaceranda feris dabor alitibusque
Praeda, neque iniacta tumulabor mortua terra.
Quaenam te genuit sola sub rupe leaena,
Quod mare conceptum spumantibus exspuit undis,      155
Quae Syrtis, quae Scylla rapax, quae uasta Carybdis,
Talia qui reddis pro dulci praemia uita?
Si tibi non cordi fuerant conubia nostra,
Saeua quod horrebas prisci praecepta parentis,
Attamen in uestras potuisti ducere sedes,                      160
Quae tibi iucundo famularer serua labore,
Candida permulcens liquidis uestigia lymphis,
Purpureaue tuum consternens ueste cubile.
Sed quid ego ignaris nequiquam conquerar auris,
Externata malo, quae nullis sensibus auctae                 165
Nec missas audire queunt nec reddere uoces?
Ille autem prope iam mediis uersatur in undis,
Nec quisquam apparet uacua mortalis in alga.
Sic nimis insultans extremo tempore saeua
Fors etiam nostris inuidit questibus auris.                    170
Iuppiter omnipotens, utinam ne tempore primo
Gnosia Cecropiae tetigissent litora puppes,
Indomito nec dira ferens stipendia tauro
Perfidus in Cretam religasset nauita funem,
Nec malus hic celans dulci crudelia forma                    175
Consilia in nostris requiesset sedibus hospes!
Nam quo me referam? quali spe perdita nitor?
Idaeosne petam montes? at gurgite lato
Discernens ponti truculentum diuidit aequor.
An patris auxilium sperem? quemne ipsa reliqui          180
Respersum iuuenem fraterna caede secuta?
Coniugis an fido consoler memet amore?
Quine fugit lentos incuruans gurgite remos?
Praeterea nullo colitur sola insula tecto,
Nec patet egressus pelagi cingentibus undis.                185
Nulla fugae ratio, nulla spes: omnia muta,
Omnia sunt deserta, ostentant omnia letum.
Non tamen ante mihi languescent lumina morte,
Nec prius a fesso secedent corpore sensus,
Quam iustam a diuis exposcam prodita multam          190
Caelestumque fidem postrema comprecer hora.
Quare facta uirum multantes uindice poena,
Eumenides, quibus anguino redimita capillo
Frons exspirantis praeportat pectoris iras,
Huc huc aduentate, meas audite querellas,                   195
Quas ego, uae misera, extremis proferre medullis
Cogor inops, ardens, amenti caeca furore.
Quae quoniam uerae nascuntur pectore ab imo,
Vos nolite pati nostrum uanescere luctum,
Sed quali solam Theseus me mente reliquit,                200
Tali mente, deae, funestet seque suosque.'

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"¿Así, pérfido Teseo, privada de altar patrio
Me has dejado, pérfido, en la playa vacía?
¿Así, huyendo con burla del parecer divino,
Ah, ingrato, a tu hogar llevas tus impías mentiras?                135
¿Nada pudo doblegar el juicio de tu cruel
Mente? ¿Clemencia alguna tuviste tú a la vista,
Y que tu rudo pecho de mí sintiera pena?
No esto con tu tierna voz antes me prometías
A mí; a mí, desgraciada, no esta esperanza dabas;                 140
Sino una dichosa unión, sino bodas queridas.
Vano, todo lo esparcen los aéreos vientos.
Ninguna hembra ahora ya a hombre que jura siga,
Ninguna espere de hombre palabras con verdad.
Mientras acechando algo su espíritu se agita,                        145
Nada ahorran prometer, nada temen jurar.
Mas de su ávida mente la lujuria ahíta,
Su palabra nada honran, nada el perjurio temen.
Yo a ti, a quien la tormenta de la muerte envolvía,
Te salvé, sí, y decidí renunciar a mi hermano                       150
Más que fallarte, traidor, en tu postrero día.
En pago, a despedazar, de presa a fieras y aves
Me darás; sepultada muerta sin tierra encima.
¿Qué leona te parió bajo desierta roca?
¿Qué mar te escupió al nacer de sus olas salinas?              155
¿Qué Sirte, Escila voraz, qué monstruosa Caribdis,
Que pagas tales prendas por una dulce vida?
Si nuestro matrimonio tu corazón no ansiaba,
Pues de tu anciano padre un castigo temías,
Con todo pudiste tú llevarme a vuestra casa                      160
A servirte de esclava entre alegres fatigas,
A mullir tus blancos pies con cristalinas aguas
O a abrigar tu lecho con colcha purpurina.
Mas, ¿a qué me quejaré, por el mal arrobada,
A las auras ignaras que sin seso crecidas                           165
Ni oír pueden ni tornar las palabras que digo?
Casi en medio de la mar ahora aquél habita
Y entre las algas yermas mortal alguno asoma.
Así en mi hora última y con pena excesiva
Incluso oídos quitó la cruel suerte a mis quejas.               170
¡Omnipotente Jove, no hubiera el primer día
Tocado el grao cnosio la flota de Cecropia;
Ni atado el nauta traidor en Creta su tomiza
Trayendo el impuesto atroz para el toro indomable;
Ni holgado en nuestra casa, celando crueles miras          175
Con agradable traza, este malvado huésped.
¿A dónde me volveré? ¿En qué confiar, perdida?
¿Al monte Ida iré? ¡Ay! ¿El cruel llano del ponto
Dónde me tiene aislada merced a su ancha sima?
¿Mi padre me ha de ayudar? ¿Tras del joven rociado   180
Con sangre de mi hermano, no le dejé yo misma?
¿De mi esposo el fiel amor me podrá consolar?
¿No huye, curvando en el mar los remos que se rizan?
Es más, sola está la isla; sin cobijo la playa;
Y las olas que cercan impiden la salida.                           185
Ningún medio de huir hay, ni ilusión. Todo mudo,
Todo está abandonado, todo el fin adivina.
Mas no languidecerán por la muerte mis ojos,
De mi cuerpo cansado no se irá antes la vida
De pedir, traicionada, sanción justa a los dioses;         190
De invocar en mi final la protección divina.
Pues con penas castigáis de los hombres los crímenes,
Euménides, de frente con melena ceñida
De sierpes, anunciando la ira que el pecho exhala,
Aquí, aquí acercaos; oíd, las quejas mías                      195
Que yo, ¡ay!, de lo hondo del ser, ciega de loca furia,
Mísera, pobre, airada, a arrojar soy impelida.
Porque en justicia nacen del fondo de mi pecho,
No permitáis vosotras que en vano yo me aflija.
Con la que Teseo, diosas, me dejó abandonada,          200
Cause daño a los suyos y a sí, con esa inquina."


Estos versos de Catulo (la mala traducción es nuestra) se disponen en el epitalamio de las bodas de Tetis y Peleo dentro de la descripción de la colcha de púrpura bordada que cubre el lecho nupcial de la diosa. En la misma se representan hazañas varias de héroes y el abandono de Ariadna por Teseo en la isla de Naxos después de que la princesa cretense, enamorada de él, le ayudara a matar a su hermano, el Minotauro.

La imagen de Ariadna dormida o despertando se repite en multitud de obras de arte, pero es menos frecuente la representación plástica del lamento en sí. Encabezamos nuestra entrada con un precioso óleo del pintor inglés Herbert James Draper (Londres, 1863 – 1920), formado en la Royal Academy y en los viajes que realizara a Roma y París entre 1888 y 1892. Draper encontró en la mitología de la antigua Grecia y en el desnudo su principal fuente de inspiración y de éxito; así, en 1900, su Lamento de Ícaro, pintado dos años antes, ganaría la medalla de oro en la Exposición Universal de París.

Esta obra salió a la venta recientemente en Sotheby´s y está realizada a partir de los bocetos de su Ariadna abandonada por Teseo, exhibida en 1905 en la Royal Academy,  a requerimiento de un marchante americano ya que la pintura mencionada fue comprada inmediatamente por un coleccionista privado.  

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