jueves, marzo 29, 2012

El lamento de Ariadna (V)

Ariadna y Teseo, Casa de Lucio Cecilio Jocundo (Pompeya), Museo Arqueológico de Nápoles
Pintura romana

La escena del abandono de Ariadna por Teseo fue un motivo habitual también en la decoración al fresco (III y IV Estilo) de los muros de las casas romanas. En la pared este del triclinium de la Casa de Lucius Caecilius Iucundus, en Pompeya, se representa a la muchacha durmiendo desnuda bajo un toldo y sobre un lecho de rosas y flores blancas (pueden apreciarse hasta los anillos y la ajorca que adornan su pie izquierdo), apoyándose sobre el codo y llevando una mano a la nuca (postura muy semejante a la de la estatuaria helenística), mientras Teseo huye por orden de Atenea, que aparece arriba a la derecha portando escudo y yelmo. En el barco, del que asoma la popa (como en los modelos de la cerámica griega), le esperan sus compañeros, y el héroe embarca ayudándose de una tabla. La obra se data entre el 35 y el 45 d. C., y mide 124 x 106 cm.


Ariadna y Teseo, Casa de los Capiteles Colorados (Pompeya), Museo Arqueológico de Nápoles

Algo más tardía que la anterior (h. 45-79 d. C.), y más pequeña (61 x 59 cm), es la pintura que encontramos en el oecus de la Casa de los Capiteles Colorados o Casa de Ariadna de Pompeya, que sigue igualmente los modelos griegos. Ariadna aparece en primer plano dormida sobre un lecho de algas y apoyada en un cojín, con el torso desnudo y las piernas cubiertas por un manto. Las joyas de sus brazos evidencian el rango de la joven, y la corona de flores sobre su cabeza, el banquete nupcial. Teseo, medio desnudo, huye subiendo a la pasarela del navío. Al fondo parece verse una ciudad.

Ariadna y Teseo, Casa del Poeta Trágico (Pompeya)

Ariadna y Teseo, Villa Imperial (Pompeya)
Ariadna y Teseo, Casa de la Primera Planta (Pompeya)
Esta pintura tiene su correlato en la posición de los personajes con otras imágenes que encontramos en la Casa del Poeta Trágico (aquí sobre la roca de la izquierda, precisamente en el fragmento que se ha perdido en la Casa de los Capiteles Colorados, encontramos a la diosa Atenea); en la Villa Imperial, fresco éste muy deteriorado; y en la Casa de la Primera Planta, donde ha desaparecido la imagen de Ariadna. La primera de las tres incluye el detalle de los marineros tirando de las jarcias.

Ariadna abandonada, Casa de Meleagro (Pompeya), Museo Arqueológico de Nápoles
El despertar de Ariadna y su queja al contemplar la nave de su amado que se aleja aparecía reflejado asimismo en una veintena de pinturas murales del ámbito vesubiano, todas ellas fechables en la segunda mitad del s. I d. C. Así, en la propia Casa del Poeta Trágico, según conocemos por un dibujo de William Gell; en el triclinium de la Casa de los Postumios; y en la Casa del Gallo, como testimonian los dibujos de A. Aurelio que guarda el Archivo del Instituto Alemán de Roma; en la Casa de Meleagro, en la pared oeste del peristilo (47 x 42 cm), obra fechada entre el 62 y el 79 d. C., donde la joven se enjuga las lágrimas en tanto la alada Némesis, a su espalda, le señala el barco, y un amorcillo llora. La presencia de Némesis, que simboliza algunos aspectos de la justicia y el destino de los hombres, puede ponerse en correlación con los episodios descritos por Catulo y Ovidio.

Ariadna abandonada, Casa de los Vettios (Pompeya)
En la representación de la Casa de los Vettii, en la que el paisaje rocoso enmarca la escena, el detallismo es mayor (transparencias del mar) aunque la perspectiva está menos lograda, como puede observarse en la figura del pescador que ocupa el segundo plano a la izquierda o en el desproporcionado tamaño de Teseo, que insta a sus remeros a disponerse a la boga tras haber subido a la embarcación.   

El British Museum guarda una pintura mural (44,5 x 46,5) procedente de Herculano en la que el artista hizo hincapié asimismo en la actitud del piloto, que se siente descubierto por la apesadumbrada muchacha. El trabajo de los pliegues del manto de Ariadna revela la gran calidad de su autor.

Ariadna abandonada, British Museum

-http://pompei.sns.it
-W. Gell, Pompeiana: The Topography, Edifices and Ornaments of Pompeii. The Result of Excavations since 1819, Jennings and Chaplin, 1832.
-VV.AA., La pittura Pompeiana, Verona, Electa, 2009.
-http://pompeiiinpictures.com

domingo, marzo 25, 2012

El lamento de Ariadna (IV)

Ariadna dormida, copia romana del s. II d. C., Museos Vaticanos
Escultura helenística

La escultura helenística se ocupó particularmente del tema de Ariadna dormida, contribuyendo de manera definitiva a establecer su iconografía. Probablemente la imagen más conocida de este período sea el mármol de los Museos Vaticanos, emplazado hoy en el Museo Pío Clementino, en un extremo de la Galería de las Estatuas, y que durante mucho tiempo, desde su compra en 1512 por el papa Julio II, estuvo en el Belvedere. 

Esta imagen fue identificada en un principio con Cleopatra en los círculos eruditos (la atribución se debe, al parecer, al humanista Baltasar de Castiglione) debido a la pulsera con forma de serpiente que luce en la parte superior de su brazo izquierdo, aunque otros la consideraron la representación de una ninfa, de hecho fue colocada a manera de fuente vertiendo agua sobre un sarcófago romano (luego una venera) en una especie de gruta. Esta última teoría fue refrendada por Winckelmann. Sería Ennio Quirino Visconti, a finales del s. XVIII,  quien hizo ver la semejanza indiscutible de la figura con la Ariadna abandonada por Teseo de un relieve hallado en la Villa de Adriano, en Tívoli, y algunas monedas acuñadas en Perinto en época imperial.
 
Cleopatra, Francisco de Holanda (h. 1538-1539)

Ninfa, Lorenzo Vaccaro (h. 1608-1614)
Se trata de una copia romana, del siglo II d. C., de un original del siglo II a. C. de la Escuela de Pérgamo. Representa a una joven recostada sobre una roca que apoya su cabeza sobre el brazo izquierdo mientras el derecho cae sobre la misma y deja al descubierto la axila. La desnudez de sus pechos contrasta con la rica vestimenta (túnica y manto) cuyos pliegues muestran un trabajo magistral. Sus piernas se cruzan a la altura de la pantorrilla. Esta incómoda postura parece hacer referencia al momento previo al despertar o al duermevela de la muchacha, y algunos estudiosos han querido ver en ella el reflejo de una fuente literaria distinta de las empleadas hasta entonces, y no conservada, aunque, desde nuestro punto de vista, muy bien puede ponerse en relación con una tradición de la que se haría eco el poeta latino Ovidio en su carta de Ariadna a Teseo (OVID. epist. 10, 6-12):

Tempus erat, vitrea quo primum terra pruina
Spargitur et tectae fronde queruntur aves.
Incertum vigilans, a somno languida, movi
Thesea prensuras semisopita manus;
Nullus erat. Referoque manus iterumque retempto
Perque torum moveo bracchia; nullus erat.


Era la hora en que la tierra de escarcha cristalina empieza
A regarse y, ocultos en el follaje, cantan su queja los pájaros. 
Casi despertándome, extenuada por el sueño, moví
Medio dormida mis manos dispuestas a abrazar a Teseo.
Nadie había. Y aparto mis manos y de nuevo las vuelvo a mover,
Y por el lecho muevo mis brazos. Nadie había.

En verdad era un torso incompleto (del pecho hasta las rodillas) que fue restaurado en el s. XVI siguiendo el modelo de la escultura del Vaticano. Trasladada la obra a los Uffizi de Florencia en 1787, hoy puede admirarse en el Museo Arqueológico Nacional, en la Villa Corsini de Castello, con cabeza y brazos dieciochescos.
Vista del jardín de la Villa Medici de Roma, Velázquez (h. 1630), Museo del Prado
Durante mucho tiempo se identificó igualmente con Cleopatra la Ariadna dormida de la Villa Medici de Roma, copia igualmente del s. II d. C., cuyo emplazamiento en sus jardines (Loggia di Cleopatra) conocemos gracias al famoso paisaje que Velázquez pintara en 1630.


Ariadna dormida, copia romana del s. II d. C., Museo Arqueológico Nacional de Florencia


Como Cleopatra yacente figuraba también en los inventarios del Palacio Riario la escultura adquirida por Cristina de Suecia durante su exilio en Roma (restaurada siguiendo el modelo de las dos obras arriba mencionadas) que luego sería comprada por Felipe V para el Palacio de la Granja y hoy podemos contemplar, recién restaurada, en la “Rotonda de Ariadna” del Museo del Prado.

Ariadna dormida, copia romana de h. 150-175 d. C., Museo del Prado
Miguel Ángel Elvira considera que la postura más erguida de la Ariadna vaticana y su giro hacia el espectador pueden estar motivados por un capricho de sus restauradores, y que, mientras el trabajo de pliegues de la Ariadna de El Prado debe ponerse en relación con modelos áticos, las otras dos, con sus “aparatosos nudos”, evidencian su relación con el estilo pergaménico del s. II a C.

Otras copias romanas de este modelo helenístico, si bien de menor tamaño al de las tres mencionadas, son la procedente de Wilton House que puede contemplarse hoy en el Museo de San Antonio (Texas), la de Villa Borghese que hoy exhibe el Museo del Louvre o la conservada en la Rhode Island School of Design (Providence), estas dos últimas con pose invertida.

Ariadna dormida, The San Antonio Museum of Art

Ariadna dormida, copia romana del s. II d. C., Museo del Louvre
La escultura de Ariadna del Vaticano fue una de las seleccionadas por Primaticcio (1540) para realizar moldes de yeso con vista a su fundición en bronce en el castillo de Fontainebleau en tiempo de Francisco I, aunque en el proceso sufrió una ligera variación: ajuste de la postura y ligero alargamiento de los miembros de acuerdo a los cánones vigentes en el momento. A partir de dicho bronce se realizaron numerosas copias y reducciones. Una copia en mármol, hoy en el Palacio de Versalles, fue realizada por Pierre Julien en 1768 durante su estancia en la Academia Francesa de Roma para intentar conseguir una pensión de Luis XIV demostrándole sus progresos (http://www.allposters.co.uk/-sp/Ariane-endormie-Posters_i7302149_.htm). Otra copia de plomo patinado, obra de John Cheere (1766), se encuentra en el Henry Hoare, jardín de Stourhead (http://www.flickr.com/photos/simon665/3844622107/). Tomas Jefferson adquirió una copia reducida (1805) para la galería de esculturas que planeaba en Monticello (http://explorer.monticello.org/text/index.php?id=3&type=4). Los agentes de Napoleón consideraron la Ariadna dormida del Vaticano una obra imprescindible para el gran museo que se planeaba hacer en París, adonde fue trasladada, pero a la caída del corso regresó a Roma.

-Miguel Ángel Elvira Barba, "Cleopatra o Ariadna: retorno a un debate superado", Anales de Historia del Arte, 2010 (http://readperiodicals.com/201001/2444594001.html).
- http://en.wikipedia.org/wiki/Sleeping_Ariadne
-Brunilde Sismondo Ridgway, Hellenistic Sculpture I. The Styles of ca. 331-200 B. C., University of Wisconsin Press, 2001.

miércoles, marzo 21, 2012

Thebussem (XIII)

Otro poema dedicado al Doctor Thebussem

En el número 72 de la revista Blanco y Negro (18 de septiembre de 1892) Manuel Matoses dedicaba al Doctor Thebussem un romance bajo el título "Tarjeta postal al Doctor Thebussem, en Medina Sidonia" agradeciéndole la publicación y envío de sus obras Primera ración de artículosUn triste capeo, impresas meses antes en Madrid en la Imprenta de los Sucesores de Rivadeneyra.


Inolvidable Doctor
Y muy excelente amigo:
La primer satisfacción
Que a mi regreso recibo,
Es el hallar en mi mesa
Los dos excelentes libros
Que ha dado usted a la estampa
Con acuerdo prudentísimo.
¡Con qué afecto los acojo
Y gratitud los admito!
¡Dios pague a usted el obsequio
Que con los tales recibo!
Como lo que escribe usted
Me parece a mí oro fino,
Me he deleitado con ellos,
Leyendo con regocijo
Trabajos para mí nuevos
Unos, y otros conocidos.
Titula usted al primero
PRIMERA RACIÓN DE ARTÍCULOS.
¿Ración llama usted a esto
Que es un banquete magnífico?
Lo dirá usted por el precio,
Que no puede ser más ínfimo.
¡Dos pesetas un volumen
De más de setenta artículos
Amenos como ellos solos
Como de usted bien escritos!
¡Un libro en cuarto mayor,
O in folio, que es mejor dicho!
Perdóneme usted, Doctor:
Pero lo que es yo, no admito
Que se llame una ración
A tan suculento libro,
Lleno de platos variados
Y de manjares tan ricos,
Que al ser más inapetente
Abrieran el apetito.
¡Qué amenidad! ¡Qué gracejo!
¡Qué facilidad! ¡Qué estilo!
¡Y qué lujo de impresión!
¡Y qué papel tan magnífico!
Libros buenos y baratos
No son, Doctor, de este siglo,
Sino de los venideros;
Pero, en fin, es usted rico,
Y emplea usted su fortuna
En objetos utilísimos,
Y bien puede anticiparse
En esto a los de otros siglos.

                   ***

Al otro, UN TRISTE CAPEO
Ha puesto usted como título.
¿Triste? No, señor; ¡protesto!
¡Cómo triste! ¿Quién lo ha dicho?
Regocijado y alegre,
Y ameno y archierudito.
¡Si me parece mentira
Que en un asunto tan nimio
Encuentre medios usted
De ofrecer tanto atractivo!
¡Hablar de cosas de toros
Y darles tan nuevo giro!
Dígalo, si no, Carmena, (1)
Que lo diga, Sobaquillo, (2)
Que lo diga Peña y Goñi (3)
Y los que ponen el mingo
En un asunto en que yo
Soy lego más que novicio.
En fin, por ambos volúmenes
De veras le felicito.
Dios le pague a usted por ambos
El obsequio que recibo;
Dios le conserve su ingenio,
Que reconozco y admiro,
Y viva usted tantos años
Como yo le necesito
Para que mi vanidad
Pueda por ahí darse pisto
Diciendo: “¿El Doctor Thebussem?
¡Hombre! ¡Gran amigo mío!”
Con que hasta otra, y…. ¡por Dios
No me eche usted en olvido!

 

Esta misma revista se había hecho eco en su número 69 (28 de agosto de 1892) de la publicación de las dos obras a que se refiere Matoses con estas palabras:

Los elogios que BLANCO Y NEGRO pudiera hacer de las obras y escritos del célebre Dr. Thebussem serían interesados en el concepto de los necios, e inútiles en el concepto de los doctos. Decimos esto con motivo de los dos libros que del insigne literato acaban de ponerse a la venta en todas las librerías, titulados el uno : Primera ración de artículos, y el otro: Un triste capeo, y que a su mérito intrínseco reúnen el ser tan baratos que el no adquirirlos constituye un verdadero absurdo. Un triste capeo tiene 210 folios y cuesta una peseta, y Primera ración de artículos consta de 575 folios en 4.º, y cada ejemplar vale ¡DOS PESETAS! El Dr. Thebussem es tal vez el único escritor que puede permitirse esos lujos… para que todo el público sea quien los disfrute.

 La Primera ración de artículos, que Thebussem dedicó a “la buena y gratísima memoria” de sus padres contenía, amén del célebre “Proemio galeato”, en el que el autor advierte a sus lectores del tipo de literatura de que se ocupa (la de entretenimiento, que muchos han denostado), artículos sobre: biografías, arte dramático, comercio, bibliografía, Derecho Internacional, cortesías, Real Hacienda, poesía, política, administración municipal, jurisprudencia, arqueología, filología, caza y pesca, gastronomía y varios. Un triste capeo contiene interesantes escritos acerca de la historia de la tauromaquia (apuntes biográficos sobre Pepeíllo, Paquiro o Pedro Yuste de la Torre) junto a otros de tema diverso, entre ellos "Padrinazgo de José Napoleón", en que refiere cómo el rey apadrinó a dos mellizos en Arcos de la Frontera cuando pasó por ella en febrero de 1810.
 
Evidentemente, no era la ganancia que pudieran reportarle lo que más interesaba a Thebussem de sus obras, y mucho menos que fuesen "pirateadas", como diríamos hoy, a tenor de las graciosas advertencias con que las acompañaba, y que reproducimos junto a las portadas de las mismas.




El escritor valenciano Manuel Matoses (1844-1901) inició su carrera literaria en la redacción del periódico Gil Blas, de donde pasó a El Globo; allí hizo popular su seudónimo “Andrés Corzuelo” en la columna “Dimes y diretes”. Escritor “festivo”, publicó varios juguetes cómicos que lograron gran éxito: ¡Una prueba! (1875), El número 107 (1876), Sin dolor (1876), Reclamaciones y bombos (1879), ¡Ecce homo! (1880), Danza de monos (1892), A primera sangre (1900); fueron famosas sus ¡Aleluyas finas! (1889); y eran muy seguidas sus colaboraciones en la revista Blanco y Negro (“Un poco de todo”), donde escribía artículos de costumbres de tono ingenioso y breves comentarios de la actualidad que buscaban siempre la risa del lector.

Thebussem se carteaba frecuentemente con él, y le dedicó varios de sus artículos: “Señor y Don” (1887), inserto en la Primera ración de artículos; “Seudonimia” (1887), incluido en la Tercera ración; “El Correo y la Gaceta” (1887), reeditado en Fruslerías postales; haciéndole partícipe de la Segunda ristra de ajos (1886) para la que "Andrés Corzuelo" escribió la cabeza XIV “Karaj”.

1. Luis Carmena y Millán (1845-1904), escritor taurino gran amigo de Thebussem con quien mantuvo una activa correspondencia y al que abrió las puertas de las revistas especializadas en la fiesta.

2. Seudónimo empleado en sus críticas taurinas por Mariano de Cavia (1855-1920). En 1891 se había publicado su De pitón a pitón, una selección de una treintena de “crónicas cornamentales”.

3. Antonio Peña y Goñi (1846-1896), crítico taurino y musical, director de La Lidia en este momento, donde publicaba sus artículos con el seudónimo "Don Cándido". Corresponsal y amigo igualmente de Thebussem.

viernes, marzo 16, 2012

El lamento de Ariadna (III)

Theseus abandons Ariadne on Naxos | Greek vase, Apulian red figure stamnos
Ariadna abandonada por Teseo, Pintor de Ariadna (h. 400-390), cerámica apulia de figuras rojas, Museo de Bellas Artes de Boston
Cerámica griega

Según la versión más generalizada del mito, Ariadna había puesto como condición a Teseo para ayudarle a matar al Minotauro y salir del Laberinto que se casara luego con ella y la sacara de Creta. En el viaje de regreso a Atenas, Teseo y sus compatriotas llegaron al atardecer a la isla de Día (Naxos) para hacer una escala. Descansaron y, mientras la joven dormía, el príncipe ateniense la abandonó, encontrándose aquélla sola al despertar.

Los mitógrafos se preguntaron sobre las causas que motivaron la conducta del héroe. Algunos aseguraron que Teseo estaba enamorado de Egle, hija del focidio Panopeo, como se leía en un verso de Hesíodo que Hereas Megarense afirmaba que había suprimido Pisístrato (Plut. Thes. 20); otros, que amaba a Fedra, hermana de Ariadna. Otros pensaban que la huida había sido propiciada por una orden del dios Dioniso, que se había enamorado de la muchacha al verla (hay quienes se atrevieron a decir que el dios la había raptado por la noche). Para otros, el mandato procedía de Atenea y Hermes.

Quizá la versión más rebuscada del episodio sea la que Plutarco atribuye a un tal Peón Amatusio, de quien nada sabemos salvo que redactó un tratado sobre el tema en el que dice que el barco en que navegaban Teseo y Ariadna había sido arrastrado por una tempestad hasta Chipre, y que Ariadna, ya encinta y en extremo mareada, fue desembarcada. En tanto, Teseo había regresado a la nave para interesarse por su estado, y un viento súbito lo internó en el mar. Ariadna moriría antes de dar a luz, y Teseo regresaría más tarde a la isla instituyendo entonces un sacrificio ritual en honor de su esposa. Serían las chipriotas que habían auxiliado a la joven las encargadas de perpetuarlo.

Cuenta asimismo Plutarco otra particular historia que se oía en Naxos sobre dos Ariadnas, la una casada en la isla con Dioniso, y la otra, más moderna, robada por Teseo, que llegó a Naxos con su nodriza Corcina, cuya tumba se mostraba en la isla. Que a la primera se la festejaba con alegría y juegos, y a la segunda, con llantos y duelo.

En la imagen que sirve de cabecera a esta entrada encontramos a Teseo abandonando a Ariadna siguiendo las órdenes de la diosa Atenea. A la izquierda de la escena aparece la proa de la nave adornada con una cinta; a la derecha, el alado dios del sueño, Hypnos, derrama sobre Ariadna dormida gotas de agua del río Leteo para prolongar su aletargamiento. El tema se repite en la pintura, algo más antigua, que reproducimos a continuación, donde el dios del sueño aparece representado por una estatuilla colocada sobre la cabeza de la muchacha, y Teseo, en el momento mismo en que es despertado por la diosa.

Ariadna abandonada en Naxos, atribuida al Pintor de Pan (h. 460 a. C.), cerámica ática de figuras rojas, lekythos, Museo Arqueológico Nacional de Tarento
En otra cerámica aún más antigua que se conserva en Tarquinia es el dios Hermes quien instruye a Teseo para abandonar a Ariadna, cuyos sueños aparecen velados de nuevo por el dios Hypnos. Obsérvese la precisión con que se retrata al dios mensajero con su pétaso, su caduceo y sus sandalias aladas; y cómo el fondo aparece cubierto por una vid que hace presagiar la llegada de Dioniso. 

Ariadna abandonada por Teseo en Naxos, atribuida al Pintor de Brygos (h. 490 a. C.), cerámica ática de figuras rojas, kylix, Museo Nacional de Tarquinia
En la última imagen de pinturas sobre cerámica que ofrecemos, Teseo aparece aleccionado de nuevo por Atenea, mientras Ariadna marcha ya acompañada de Dioniso. 

Ariadna abandonada en Naxos, atribuida al Pintor Syleus (s. f. ), hydria, cerámica ática de figuras rojas, ¿Berlín?
P. Grimal, Diccionario de mitología griega y romana, Barcelona, Paidós, 1984.
http://www.theoi.com/Gallery/K12.17.html

miércoles, marzo 14, 2012

viernes, marzo 09, 2012

El lamento de Ariadna (I)

Ariadna, Herbert James Draper (h. 1905), Colección privada

Catulo LXIV, 132-201 

'Sicine me patriis auectam, perfide, ab aris
Perfide, deserto liquisti in litore, Theseu?
Sicine discedens neglecto numine diuum,
Immemor a! deuota domum periuria portas?                 135
Nullane res potuit crudelis flectere mentis
Consilium? tibi nulla fuit clementia praesto,
Immite ut nostri uellet miserescere pectus?
At non haec quondam blanda promissa dedisti
Voce mihi, non haec miserae sperare iubebas,                140
Sed conubia laeta, sed optatos hymenaeos,
Quae cuncta aereii discerpunt irrita uenti.
Nunc iam nulla uiro iuranti femina credat,
Nulla uiri speret sermones esse fideles;
Quis dum aliquid cupiens animus praegestit apisci,        145
Nil metuunt iurare, nihil promittere parcunt:
Sed simul ac cupidae mentis satiata libido est,
Dicta nihil metuere, nihil periuria curant.
Certe ego te in medio uersantem turbine leti
Eripui, et potius germanum amittere creui,                    150
Quam tibi fallaci supremo in tempore dessem.
Pro quo dilaceranda feris dabor alitibusque
Praeda, neque iniacta tumulabor mortua terra.
Quaenam te genuit sola sub rupe leaena,
Quod mare conceptum spumantibus exspuit undis,      155
Quae Syrtis, quae Scylla rapax, quae uasta Carybdis,
Talia qui reddis pro dulci praemia uita?
Si tibi non cordi fuerant conubia nostra,
Saeua quod horrebas prisci praecepta parentis,
Attamen in uestras potuisti ducere sedes,                      160
Quae tibi iucundo famularer serua labore,
Candida permulcens liquidis uestigia lymphis,
Purpureaue tuum consternens ueste cubile.
Sed quid ego ignaris nequiquam conquerar auris,
Externata malo, quae nullis sensibus auctae                 165
Nec missas audire queunt nec reddere uoces?
Ille autem prope iam mediis uersatur in undis,
Nec quisquam apparet uacua mortalis in alga.
Sic nimis insultans extremo tempore saeua
Fors etiam nostris inuidit questibus auris.                    170
Iuppiter omnipotens, utinam ne tempore primo
Gnosia Cecropiae tetigissent litora puppes,
Indomito nec dira ferens stipendia tauro
Perfidus in Cretam religasset nauita funem,
Nec malus hic celans dulci crudelia forma                    175
Consilia in nostris requiesset sedibus hospes!
Nam quo me referam? quali spe perdita nitor?
Idaeosne petam montes? at gurgite lato
Discernens ponti truculentum diuidit aequor.
An patris auxilium sperem? quemne ipsa reliqui          180
Respersum iuuenem fraterna caede secuta?
Coniugis an fido consoler memet amore?
Quine fugit lentos incuruans gurgite remos?
Praeterea nullo colitur sola insula tecto,
Nec patet egressus pelagi cingentibus undis.                185
Nulla fugae ratio, nulla spes: omnia muta,
Omnia sunt deserta, ostentant omnia letum.
Non tamen ante mihi languescent lumina morte,
Nec prius a fesso secedent corpore sensus,
Quam iustam a diuis exposcam prodita multam          190
Caelestumque fidem postrema comprecer hora.
Quare facta uirum multantes uindice poena,
Eumenides, quibus anguino redimita capillo
Frons exspirantis praeportat pectoris iras,
Huc huc aduentate, meas audite querellas,                   195
Quas ego, uae misera, extremis proferre medullis
Cogor inops, ardens, amenti caeca furore.
Quae quoniam uerae nascuntur pectore ab imo,
Vos nolite pati nostrum uanescere luctum,
Sed quali solam Theseus me mente reliquit,                200
Tali mente, deae, funestet seque suosque.'

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"¿Así, pérfido Teseo, privada de altar patrio
Me has dejado, pérfido, en la playa vacía?
¿Así, huyendo con burla del parecer divino,
Ah, ingrato, a tu hogar llevas tus impías mentiras?                135
¿Nada pudo doblegar el juicio de tu cruel
Mente? ¿Clemencia alguna tuviste tú a la vista,
Y que tu rudo pecho de mí sintiera pena?
No esto con tu tierna voz antes me prometías
A mí; a mí, desgraciada, no esta esperanza dabas;                 140
Sino una dichosa unión, sino bodas queridas.
Vano, todo lo esparcen los aéreos vientos.
Ninguna hembra ahora ya a hombre que jura siga,
Ninguna espere de hombre palabras con verdad.
Mientras acechando algo su espíritu se agita,                        145
Nada ahorran prometer, nada temen jurar.
Mas de su ávida mente la lujuria ahíta,
Su palabra nada honran, nada el perjurio temen.
Yo a ti, a quien la tormenta de la muerte envolvía,
Te salvé, sí, y decidí renunciar a mi hermano                       150
Más que fallarte, traidor, en tu postrero día.
En pago, a despedazar, de presa a fieras y aves
Me darás; sepultada muerta sin tierra encima.
¿Qué leona te parió bajo desierta roca?
¿Qué mar te escupió al nacer de sus olas salinas?              155
¿Qué Sirte, Escila voraz, qué monstruosa Caribdis,
Que pagas tales prendas por una dulce vida?
Si nuestro matrimonio tu corazón no ansiaba,
Pues de tu anciano padre un castigo temías,
Con todo pudiste tú llevarme a vuestra casa                      160
A servirte de esclava entre alegres fatigas,
A mullir tus blancos pies con cristalinas aguas
O a abrigar tu lecho con colcha purpurina.
Mas, ¿a qué me quejaré, por el mal arrobada,
A las auras ignaras que sin seso crecidas                           165
Ni oír pueden ni tornar las palabras que digo?
Casi en medio de la mar ahora aquél habita
Y entre las algas yermas mortal alguno asoma.
Así en mi hora última y con pena excesiva
Incluso oídos quitó la cruel suerte a mis quejas.               170
¡Omnipotente Jove, no hubiera el primer día
Tocado el grao cnosio la flota de Cecropia;
Ni atado el nauta traidor en Creta su tomiza
Trayendo el impuesto atroz para el toro indomable;
Ni holgado en nuestra casa, celando crueles miras          175
Con agradable traza, este malvado huésped.
¿A dónde me volveré? ¿En qué confiar, perdida?
¿Al monte Ida iré? ¡Ay! ¿El cruel llano del ponto
Dónde me tiene aislada merced a su ancha sima?
¿Mi padre me ha de ayudar? ¿Tras del joven rociado   180
Con sangre de mi hermano, no le dejé yo misma?
¿De mi esposo el fiel amor me podrá consolar?
¿No huye, curvando en el mar los remos que se rizan?
Es más, sola está la isla; sin cobijo la playa;
Y las olas que cercan impiden la salida.                           185
Ningún medio de huir hay, ni ilusión. Todo mudo,
Todo está abandonado, todo el fin adivina.
Mas no languidecerán por la muerte mis ojos,
De mi cuerpo cansado no se irá antes la vida
De pedir, traicionada, sanción justa a los dioses;         190
De invocar en mi final la protección divina.
Pues con penas castigáis de los hombres los crímenes,
Euménides, de frente con melena ceñida
De sierpes, anunciando la ira que el pecho exhala,
Aquí, aquí acercaos; oíd, las quejas mías                      195
Que yo, ¡ay!, de lo hondo del ser, ciega de loca furia,
Mísera, pobre, airada, a arrojar soy impelida.
Porque en justicia nacen del fondo de mi pecho,
No permitáis vosotras que en vano yo me aflija.
Con la que Teseo, diosas, me dejó abandonada,          200
Cause daño a los suyos y a sí, con esa inquina."


Estos versos de Catulo (la mala traducción es nuestra) se disponen en el epitalamio de las bodas de Tetis y Peleo dentro de la descripción de la colcha de púrpura bordada que cubre el lecho nupcial de la diosa. En la misma se representan hazañas varias de héroes y el abandono de Ariadna por Teseo en la isla de Naxos después de que la princesa cretense, enamorada de él, le ayudara a matar a su hermano, el Minotauro.

La imagen de Ariadna dormida o despertando se repite en multitud de obras de arte, pero es menos frecuente la representación plástica del lamento en sí. Encabezamos nuestra entrada con un precioso óleo del pintor inglés Herbert James Draper (Londres, 1863 – 1920), formado en la Royal Academy y en los viajes que realizara a Roma y París entre 1888 y 1892. Draper encontró en la mitología de la antigua Grecia y en el desnudo su principal fuente de inspiración y de éxito; así, en 1900, su Lamento de Ícaro, pintado dos años antes, ganaría la medalla de oro en la Exposición Universal de París.

Esta obra salió a la venta recientemente en Sotheby´s y está realizada a partir de los bocetos de su Ariadna abandonada por Teseo, exhibida en 1905 en la Royal Academy,  a requerimiento de un marchante americano ya que la pintura mencionada fue comprada inmediatamente por un coleccionista privado.  

martes, marzo 06, 2012

Nuevo libro de la Asociación Cultural Puerta del Sol

Queridos amigos y simpatizantes de Puerta del Sol:

En 2011 os presentamos el libro Medina Sidonia durante la Guerra de la Independencia (1808-1814). Desde entonces, hemos continuado trabajando, y ahora os queremos presentar una nueva obra, un libro donde la poesía y la fotografía tratan de convivir juntas:

La mirada inclemente
(Versos en blanco y negro)

La Mirada Inclemente (versos en blanco y negro) La Mirada Inclemente (versos en blanco y negro) La Mirada Inclemente

Inspirándose en viejas fotografías de nuestro pueblo, Medina Sidonia, Ramón Pérez Montero ha llevado a cabo esta incursión poética en la que ha tratado de traducir en palabras toda esa mezcla de sentimientos que nos remueve la visión de estas imágenes antiguas. Como comentarista de excepción de este poemario contaremos con la presencia de Antonio Cabrera, paisano que en estos momentos encarna una de las más destacadas voces poéticas en el panorama nacional.

 
La presentación del libro tendrá lugar el próximo

Viernes 16 de marzo a las 20 horas (8 de la tarde)


en el Teatro Municipal Miguel Mihura Álvarez de Medina Sidonia.

 
Tras el acto podrás adquirir esta obra al precio especial de 10 euros. Además, a todo el que lo haga en este acto de presentación el autor le ofrecerá como regalo una dedicatoria poética exclusiva.

Esperamos seguir contando con tu confianza y ánimo para seguir trabajando en la historia y la cultura de nuestra ciudad. Acude el día 16 a darnos tu apoyo con tu presencia.

viernes, marzo 02, 2012

Sevilla (II)



                                           "Parque de María Luisa"
                                                      José María Morón, Minero de estrellas

                                                       Es la hora esbelta en que la tarde anhela
                                                      Diluirse en pura sombra de jardines
                                                      Y aún trina en los senderos de canela
                                                      Su luz picoteada de carmines.

                                                     El aire enreda en lirio sus patines,
                                                     La fronda en lujo de abalorios vuela,
                                                     Y el agua pide a un cielo de jazmines
                                                     Su dicha azul de patio y de cancela.

                                                    Bécquer, de nieve, sueño y pensamiento
                                                    Su reiterada soledad apura
                                                    Íntimo en el suspiro del momento.

                                                   Bécquer, dormido en su mejor sonrisa,
                                                   Y ya la tarde toda sombra pura
                                                   En los jardines de María Luisa.

Glorieta de Bécquer en el Parque de María Luisa (fotos J. Romero)

El poeta  José María Morón (Puebla de Guzmán, Huelva, 1897- Madrid, 1966) obtuvo con su único libro publicado en vida, Minero de estrellas (Sevilla, Imprenta Piñal, 1933), el primer accésit en el Premio Nacional de Literatura, lo que le supuso un gran reconocimiento a nivel nacional. Muestra de compromiso social y con el regusto de la estética "neogongorina" de Gerardo Diego, supone la obra un hermoso canto a los obreros de las minas onubenses. Dado por muerto en 1936, Morón había logrado salvar milagrosamente su vida, que transcurrió a partir de entonces bajo la oscura apariencia de un funcionario aficionado a los experimentos poéticos, como lograr que todos los versos de un soneto tuvieran, además del mismo número de sílabas, la misma extensión, cuarenta y siete espacios, para darle -escribía- «categoría de sillar recién labrado». La excesiva preocupación formal y un léxico rebuscado caracterizan la poesía de su última etapa, de la que tenemos escasas muestras en las revistas Tajo y Brújula.

Los jardines de María Luisa, de Sevilla, formaban parte en un principio de los jardines privados del Palacio de san Telmo, y en 1893 fueron donados a la ciudad por la infanta María Luisa Fernanda de Borbón, duquesa de Montpensier. La Glorieta de Bécquer, situada cerca de su entrada principal, tiene como centro un impresionante ciprés de los pantanos (taxodium distichum) que da sombra al podium circular en el que se alzan el busto sobre pedestal del poeta romántico, ataviado con capa española; tres figuras femeninas sedentes, realizadas en una sola pieza de mármol y que simbolizan las tres etapas del amor (el ilusionado, el poseído y el perdido); y dos figuras en bronce: el amor herido, que yace al pie del poeta, y el amor que hiere, representado por un joven Cupido.  La obra, a iniciativa de los hermanos Álvarez Quintero, sus principales patrocinadores, fue encargada al escultor Lorenzo Coullaut Valera e inaugurada el 9 de diciembre de 1911.

 http://www.cervantesvirtual.com; José María de Mena, Sevilla, estatuas y jardines, Sevilla, Editorial Castillejo, 1993.
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