viernes, enero 13, 2012

La Aurora, fastidiosa para los amantes


La Aurora, Guercino (1621-1623), Casino Ludovisi, Roma
 Ovidio, Amores I, 13

A pesar de sus quejas, en modo alguno puede el amante impedir que la Aurora traiga el día que le separará del regazo de su amada. La rosada diosa dispone indefectiblemente su carro todavía cubierto de rocío; nada le importa que la tumba de su hijo Memnón no haya sido aún obsequiada con el sacrificio que las aves le rinden anualmente (se posan sobre ésta y luchan entre sí como homenaje al joven muerto por Aquiles); nada le importa que a todos resulte desagradable: niños, marineros, matronas o picapleitos; nada le importa que su anciano marido Titono, a quien Zeus concedió la inmortalidad pero no la eterna juventud, la reclame en el lecho…, al fin y al cabo sólo es un viejo. “¡Ay si tuvieras a tu joven amante Céfalo o uno como el que hoy tiene la Luna!”, le advierte el poeta.

Iam super oceanum venit a seniore marito
flava pruinoso quae vehit axe diem.
'Quo properas, Aurora? mane! sic Memnonis umbris
annua sollemni caede parentet avis!
nunc iuvat in teneris dominae iacuisse lacertis;                      5
si quando, lateri nunc bene iuncta meo est.
nunc etiam somni pingues et frigidus aer,
et liquidum tenui gutture cantat avis.
quo properas, ingrata viris, ingrata puellis?
roscida purpurea supprime lora manu!                                  10
Ante tuos ortus melius sua sidera servat
navita nec media nescius errat aqua;
te surgit quamvis lassus veniente viator,
et miles saevas aptat ad arma manus.
prima bidente vides oneratos arva colentes;                        15
prima vocas tardos sub iuga panda boves.
tu pueros somno fraudas tradisque magistris,
ut subeant tenerae verbera saeva manus;
atque eadem sponsum incautos ante atria mittis,
unius ut verbi grandia damna ferant.                                     20
nec tu consulto, nec tu iucunda diserto;
cogitur ad lites surgere uterque novas.
tu, cum feminei possint cessare labores,
lanificam revocas ad sua pensa manum.
Omnia perpeterer; sed surgere mane puellas,                     25
quis nisi cui non est ulla puella ferat?
optavi quotiens, ne nox tibi cedere vellet,
ne fugerent vultus sidera mota tuos!
optavi quotiens, aut ventus frangeret axem,
aut caderet spissa nube retentus equus!                              30
invida, quo properas? quod erat tibi filius ater,
materni fuerat pectoris ille color.
[quid si non Cephali quondam flagrasset amore
an putat ignotam nequitiam esse suam.]
Tithono vellem de te narrare liceret;                                    35
fabula non caelo turpior ulla foret.
illum dum refugis, longo quia grandior aevo,
surgis ad invisas a sene mane rotas.
at si, quem mavis, Cephalum conplexa teneres,
clamares: "lente currite, noctis equi!"                                  40
Cur ego plectar amans, si vir tibi marcet ab annis?
num me nupsisti conciliante seni?
adspice, quot somnos iuveni donarit amato
Luna neque illius forma secunda tuae.
ipse deum genitor, ne te tam saepe videret,                       45
commisit noctes in sua vota duas.'
Iurgia finieram. scires audisse: rubebat
nec tamen adsueto tardius orta dies!

Ya sobre el océano se aleja de su anciano marido
La de color de oro, que conduce el día en su escarchado carro.

“¿A dónde vas corriendo, Aurora? Detente: que a las sombras de Memnón
Rinda el ave su tributo anual con su ritual sacrificio.
Ahora me complace estar recostado en los tiernos brazos de mi dueña,
Por fin ahora está bien pegada a mi lado.
Ahora también el sueño es agradable y refresca el aire,
Y con su delicada garganta cantan claro los pájaros.
¿A dónde vas corriendo, desagradable a los hombres, desagradable a las amantes?
Frena las riendas cubiertas de rocío con tu mano de púrpura.
Antes de tu salida mejor observa sus estrellas
El marinero y no yerra perdido en medio de la mar.
Aunque fatigado, se levanta el caminante cuando tú asomas,
Y el soldado dispone sus crueles manos para tomar las armas.
Tú la primera ves a los labradores cargados con la azada,
La primera llamas a los bueyes rezagados a ponerse bajo el curvo yugo.
Tú hurtas del sueño a los niños y los entregas a sus maestros
Para que sufran sus tiernas manos crueles azotes.
Y tú misma mueves a los incautos ante los atrios a comprometerse
A soportar grandes perjuicios a cambio de una sola palabra.
Tú ni al perito ni al elocuente eres simpática:
Ambos se ven obligados a levantarse para nuevos litigios.
Tú, cuando las labores femeninas podrían dejarse de lado,
Llamas de nuevo a sus tareas a la mano tejedora.
Todo lo soportaría. Pero que las amantes se levanten temprano,
¿Quién lo aguanta sino quien no tiene una amante?
¡Cuántas veces he deseado que la noche no quisiera cederte el paso,
Que no huyeran al verte las estrellas inquietas!
¡Cuántas veces he deseado que el viento rompiera tu carro
O que se cayera un caballo tuyo al chocar contra una espesa nube!
Odiosa, ¿a dónde vas corriendo? Tenías un hijo negro
Porque ése había sido el color del corazón de su madre.
[¿Qué pasaría si no hubiera sido hace tiempo cuando la abrasó el amor por Céfalo?
¿O piensa que sus vicios son desconocidos?]
Querría que Titono pudiera hablar sobre ti:
Ninguna mujer en el cielo estaría más avergonzada.
Mientras huyes de él, porque es más viejo que el tiempo,
Te subes temprano al carro odioso al anciano.
Pero si tuvieras entre tus brazos a algún Céfalo,
Gritarías: «¡Corred lentamente, caballos de la noche!».
¿Por qué yo, un amante, voy a ser castigado en tanto tu marido se marchita con los años?
¿Acaso te casaste con un anciano porque yo intermedié?
¡Mira cuánto sueño ha dado a su joven amado
La Luna, y no es inferior su hermosura a la tuya!
El propio padre de los dioses, para no verte tan a menudo,
Reunió dos noches porque así lo deseó”.

Había terminado yo mis reproches, y podrías pensar que me había oído. Enrojecía,
Sin embargo no nació el día más tarde que de costumbre.


La Aurora, William-Adolphe Bouguereau (1881), Birminghan Museum of Art


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