lunes, agosto 15, 2011

Érice (I)

El nacimiento de Venus, Adolphe-William Bouguereau (1879), Musée d'Orsay, París

El templo de Afrodita en Érice
Cuenta Apolonio de Rodas en sus Argonáuticas (9, 910 ss.) que cuando la nave Argo se aproximaba a la isla de Antemesa (probablemente la actual Capri), sus tripulantes estuvieron a punto de echar amarras en la ribera seducidos por las Sirenas, que hechizaban con su dulce canto a quienes allí se acercaban para posteriormente devorarlos. Una melodía de la lira de Orfeo les permitió abstraerse del funesto son; sólo Butes, enardecido por el mismo, se precipitó al mar desde su banco de remos y nadó queriendo alcanzar la orilla. Afortunadamente para él, cayó en gracia a Afrodita, quien lo puso a salvo, permitiéndole habitar en Lilibea (identificada hoy con Marsala, en la costa occidental de Sicilia) y disfrutar de sus “encantos”. Fruto de la unión del mortal y la diosa nacería el héroe Érix, que dio nombre a la montaña siciliana célebre por el santuario de Afrodita que la coronaba y que él mismo ordenó construir (Diodoro Sículo, 4, 83). Este Érix pereció tiempo después a manos de Heracles quien, en su viaje de regreso a Grecia tras la captura de los bueyes de Gerión perdió a uno de los animales en Regio (Calabria) y hubo de ir a buscarlo a la tierra lilibea, donde encontró la insensata oposición del legendario rey de los élimos, el cual, seguro de su victoria, tuvo la osadía de apostarse su reino contra la vacada pastoreada por el hijo de Zeus. Virgilio hace a Érix hermano de Eneas, y Tucídides considera a los élimos descendientes de refugiados troyanos.
El templo de Afrodita Ericina del monte Éryx o Érice, en cuya construcción se hace intervenir al mítico arquitecto Dédalo (Diodoro Sículo, 4, 78), era tenido por Pausanias en su Descripción de Grecia (8, 24, 6) por veneradísimo desde antiguo y de riqueza no inferior al de Pafos. Polibio dice de él en sus Historias (1, 55) que ocupaba el llano de la cumbre del monte y que era sin discusión el más famoso en riqueza y en magnificencia de los templos de Sicilia. En cuanto a la ciudad, refiere que tenía un ascenso muy largo y escarpado desde todas partes, y que estaba situada al pie de la cumbre.
Antiguo enclave dedicado a la fenicia Astarté, las sirvientas del templo o hieródulas practicaban la prostitución ritual según se desprende de la lectura de Diodoro, quien hace hincapié en el tono licencioso, más que solemne, con que se daba culto a la diosa:
Cuando los cónsules, los generales y todos los que ostentan algún cargo llegan a la isla, se acercan hasta Érice y honran el recinto de la diosa con sacrificios y ofrendas, y tras despojarse de las insignias de su dignidad, se entregan muy alegremente a gozosos tratos con las mujeres, en la idea de que sólo así será grata a la diosa su presencia.
Al parecer, en un principio, estas hieródulas habían sido las doncellas que iban a contraer matrimonio y se ofrecían a comerciantes y marineros extranjeros a cambio de una suma de dinero, lo que garantizaba a unos la protección divina y a otras lo necesario para reunir su dote. El acto sexual en honor de la diosa proporcionaría al tiempo fertilidad a las mujeres y a la tierra, y por tanto redundaría en prosperidad general. Con este sentido se practicaba la prostitución sagrada en el templo gemelo de Sicca Veneria (hoy El-Kef, a 160 km de Cartago) según Valerio Máximo (2, 6, 15). Se dice que el culto incluía la cría de palomas sagradas, en cuya suelta se reunían en Érice miles de peregrinos para unas fiestas que duraban nueve días, el tiempo que tardaban en regresar del mencionado templo africano.
Por su parte, Estrabón (6, 2, 6) refiere que Érice tenía un templo de Afrodita "especialmente venerado", lleno de esclavas sagradas que habían sido ofrecidas en cumplimiento de un voto tanto por los habitantes de Sicilia como por mucha gente de fuera. En su tiempo, en la ciudad y en el santuario escaseaban los hombres, y la mayoría del personal consagrado había desaparecido. El santuario contenía un templo rodeado de un pórtico y gozó de gran estima en época romana. De hecho, en el 217 a. de C., en un momento crítico de la II Guerra Púnica, los oráculos sibilinos aconsejaron a los romanos pedir ayuda a Afrodita de Érice, a quien luego se consagraron templos en Roma.

Acantilados de Érice. Al fondo, el llamado castillo de Venus

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