viernes, diciembre 24, 2010

Feliz Navidad

Giotto, Historia de Cristo, pared derecha, fresco 16, Capilla de los Scrovegni (Padua)
Los Magos, guiados por una estrella, llegan a Belén con ricos dones para adorar al Niño. Melchor, de rodillas, se ha quitado la corona y le ofrece oro (el recipiente que el ángel tiene en la mano); Baltasar, mirra (en la cornucopia); y Gaspar, incienso. La disposición de las figuras, que ocupan todo el espacio, se mantiene fiel a la tradición; pero aquí el artista toma de Giovanni Pisano la novedad de los dos dromedarios; y el rostro del paje, pendiente del animal que se espanta, lo representa genialmente visto desde abajo. Es curiosa también la imagen de la estrella que, según muchos estudiosos, podría identificarse con el cometa de Halley, que apareció en el cielo unos años antes de la decoración de la Capilla. (Giotto en la Capilla de los Scrovegni, Medoacus, Edizione Spagnola, p. 27).
Mis mejores deseos para estos días y para el año nuevo.

domingo, noviembre 21, 2010

Medina Sidonia en la Guerra de la Independencia (XIII)


El camino de Sanlúcar
El 8 de octubre de 1810 el prefecto Joaquín María Sotelo comunicaba a la municipalidad asidonense las órdenes del Duque de Dalmacia (20 y 27 de septiembre y 4 de octubre) por las que se determinaba exigir a los pueblos de la prefectura de Jerez 800.000 reales para la construcción del camino de Sanlúcar a El Puerto. En el reparto realizado habían tocado a Medina Sidonia 50.000, que debían ponerse en la Tesorería de la Provincia en el plazo de 8 días so pena de apremio. Como Sotelo anunciaba que cualquier consideración sobre el particular debía hacerse llegar directamente al mariscal Soult, la Municipalidad decidió dirigirle una representación. El 3 de noviembre, el nuevo prefecto, Joaquín Leandro de Solís, escribía a Medina diciendo que no podía suspenderse la entrega del dinero mientras se aguardaba la respuesta del Mariscal. Era preciso entregarlo en el plazo de ocho días o se actuaría “con todo el rigor que exige la urgencia del pedido”. El 9 de noviembre se estrechaba de nuevo desde Sanlúcar para que se realizara el pago, pues había de darse cuenta a Soult de los pueblos deudores. El 29 de diciembre el Jefe del Estado Mayor del Cuartel General de Jerez, general Mocquery, escribía a la Justicias de Medina indicando que no podía atenderse la petición del municipio y era preciso pagar inmediatamente los 50.000 reales.

Franz Büchser (III)

Un artista prolífico
De regreso a Suiza, Franz Büchser participó activamente en campañas para popularizar el arte. Se preocupó por la reforma de las exposiciones, fue pionero del Decreto Federal de 1887 para fomentar el arte suizo, fue miembro de la Comisión Federal de Bellas Artes (1888-1890)... Debe considerársele en su país el responsable del cambio de dirección de la pintura de paisaje, que desde entonces abandonaría los intereses puramente regionalistas.
Aunque no existe un catálogo de su obra, su producción se estima en unas 1.000 pinturas al óleo, gran parte de ellas rápidos bocetos que demuestran su sensibilidad para captar la luz y el color; a ellas se añaden una multitud de acuarelas y dibujos. El Solothurn Kunstmuseum y el Kuntsmuseum Basel se reparten las pinturas más significativas. Este último guarda también en su Gabinete de Dibujo más de 200 fotografías tomadas por el artista entre 1850 y 1880 para emplearlas como material de referencia.
Falleció en su ciudad natal el 22 de noviembre de 1890.

domingo, octubre 10, 2010

jueves, septiembre 02, 2010

Valladolid (I)

Claustro del Colegio de San Gregorio. Planta superior

sábado, agosto 28, 2010

Toledo (II)

El Puente de San Martín desde Roca Tarpeya, la casa del escultor Victorio Macho

Toledo (I)


La Puerta del Sol al caer la tarde

viernes, agosto 13, 2010

Franz Büchser (II)






Por tierras americanas

En 1862 Franz Büchser fue nombrado comisario por su país en la Exposición Universal de Londres; y dos años después, alcalde de su ciudad natal. En 1865 fundó junto a Rudolf Koller y Ernst Stückelberg una asociación de artistas que sería el germen de la Sociedad de Pintores y Escultores Suizos. Pero una de las experiencias más apasionantes de su vida fue el viaje que le llevó a los Estados Unidos de América entre 1866 y 1871, justo después de acabar la Guerra de Secesión. En 1870 aparece censado en Charlottesville, en Virginia, estado cuyos paisajes, devastados tras el conflicto, fueron habitual motivo de sus pinturas. Especial revuelo levantaron sus retratos de afro-americanos en los ambientes de Washington y Nueva York. También firmó los de los generales confederados Robert E. Lee y Johann August Sutter, y el magnífico del general Sherman.


1. General William Tecumseh Sherman (1869). Museo de Arte de Berna
2. Mayor general Johann A. Sutter de California (1866), Museo de Arte de Solothurn
3. General R. E. Lee (1869). Museo de Arte de Berna

lunes, agosto 09, 2010

jueves, agosto 05, 2010

domingo, agosto 01, 2010

lunes, julio 26, 2010

sábado, julio 24, 2010

Franz Büchser (I)




Pintor y viajero
Franz Büchser, el retratista suizo de Thebussem, fue un hombre profundamente inquieto. Desde París, donde lo habíamos dejado junto al maestro Schnetz, marchó a Holanda y Bélgica, para acudir a la Academia de Amberes (1850-1852), y luego, a Grecia y Alemania. Entre 1852 y 1853 estuvo en España, donde adquirió cierta fama y adonde regresaría con frecuencia. Durante su estancia en Gran Bretaña en 1853 comenzó a interesarse por la pintura de paisajes, género que alternó con el retrato. De vuelta a España, pasó al norte de África (1857-1858). Allí desarrolló el gusto por el orientalismo, común entre los pintores de su generación. A su regreso, según escribe Íñigo Ybarra (p. 69), pintaría el retrato de Thebussem:
Recién terminada la campaña (la guerra entre España y Marruecos), y proveniente del Magreb, llega a Medina Sidonia el pintor suizo Franz Buschen (corr. Büchser). Muy en el estilo y gusto de la época, había recorrido el norte de África en busca de paisajes y tipismo con el que animar sus pinceles, se había encontrado con una guerra de por medio, y ahora desembarcaba en la costa española buscando descanso y algo de civilización. Mariano intimó con él, y entre paseos y tertulias encontrará tiempo para posar ante el pintor...
Imágenes: Callejón en Fez, 1858, colección privada; Grabado con la efigie del pintor, Die Weltwoche, 12/2010, p. 41.

viernes, julio 23, 2010

Thebussem (IX)



La realidad de la ficción
Anoche se presentaba en el Salón de Plenos del Ayuntamiento de Medina Sidonia la última obra de don Íñigo Ybarra Mencos, El Doctor Thebussem. La realidad de la ficción, una amena biografía del polígrafo asidonense don Mariano Pardo de Figueroa, más conocido por el seudónimo que inventó para, "como alemán", llamar la atención a los españoles sobre la importancia de Cervantes y El Quijote. El autor del libro, descendiente de doña Josefa Pardo de Figueroa, hermana de Thebussem, recorrió los distintos apartados de su relato en una charla amigable, distendida y no exenta de la gracia que también caracterizaba al biografiado. Había yo tenido la suerte de recibir esta obra, como regalo del propio autor, a poco de su publicación, así que ya la conocía bien y había disfrutado de ella.
Una precisión, tanto a don Íñigo como a mí, en algún articulillo, debe corregírsenos el que, equivocados por el Marqués de Laurencín ("Recuerdos e intimidades", 1917), hayamos llamado al autor del retrato, que Don Mariano regaló a la Real Academia de la Historia y que puede verse en la cubierta del libro, Franz Buschen. El verdadero nombre del artista es Franz (o Frank) Büchser y nació en Feldbrunnen (Suiza) el 15 de agosto de 1828, por tanto el mismo año que Thebussem. Fue Guarda Suizo del Papa y estudió pintura en la Academia de San Lucas de Roma. En 1849 se unió a los garibaldinos y pasó luego a París, donde trabajó en el estudio de Victor Schnetz, cuyo romanticismo le influyó durante varios años. En una próxima entrada seguiremos hablando de él.
Vaya de nuevo mi felicitación a don Íñigo Ybarra, y la recomendación de este libro a todos los amantes de la obra de Thebussem.

miércoles, julio 21, 2010

viernes, julio 16, 2010

lunes, julio 12, 2010

Dibujos I


Gavina (I)
Lápiz grafito, 20x28

"La afición por el dibujo reúne a estas cuatro personas de distintos ámbitos profesionales (Pascale Pérez Stalder, Jesús Romero, María Larios y Manuel Vázquez) y les empuja a emprender la iniciativa de organizar una sesión semanal de dibujo del desnudo con el fin tanto de mejorar sus habilidades en este campo como de disfrutar de la maravillosa experiencia que supone el dibujo del natural.
Pasados dos años del comienzo de las sesiones, hemos querido mostrar al público los resultados de dicha actividad, sacándolos del entorno privado en el que han surgido, en la exposición que presentamos. Con ella pretendemos, sobre todo, rendir homenaje a aquellos modelos que tuvieron el valor y la entereza de posar desnudos para nosotros fuera de un contexto puramente académico, y compartir con todo el mundo, aunque sólo sea en parte, el gran placer y diversión que para nosotros ha supuesto llevar a cabo esta actividad. Con la esperanza de que así sea, presentamos esta pequeña muestra Ejercicios del desnudo."
Con estas palabras presentaba la pintora María Larios la exposición que tuvo lugar esta primavera en Cádiz, sin mucho éxito a decir verdad, de una selección de los dibujos que realizamos los arriba citados en unas sesiones que esperamos reanudar el próximo curso.
Como el asunto no tuvo la publicidad esperada, vayan algunos de mis bocetos como ejemplo.

jueves, julio 08, 2010

Medina Sidonia en la Guerra de la Independencia (XII)


Imposible abastecer a las tropas francesas


Desde los primeros días de la ocupación de Medina Sidonia por los dragones de Latour-Maubourg son constantes las misivas de la Municipalidad asidonense (y no era en ello una excepción ni mucho menos) ante la Prefectura de Jerez y ante la Comisión Central de Subsistencias reconociendo su incapacidad para hacer frente a los suministros, imposiciones y gastos a los que debía ocurrir. El 9 de julio de 1810, don Joaquín de Latorre, vocal y secretario de la Comisión, comunicaba a los responsables de la ciudad que, en la reunión de ese mismo día, se había tratado sobre una carta en la que Medina pedía que se la socorriera en cuanto necesitaba para el suministro de la tropa, pues de todo carecía; que se la dispensara del pago de las gratificaciones de mesa y que, en lo sucesivo, se la eximiera de toda contribución y repartimiento. La Junta contestó secamente que, en su época más apurada le había suministrado 1.700 fanegas de trigo y que, por el momento, nada más podía hacer; y que, además, se extrañaba de que no hubiese remitido los estados que se le habían solicitado, en los que debían consignarse los suministros hechos a la tropa desde el 16 de abril hasta fin de junio, convenientemente detallados y con el visto bueno del comisario de guerra o del comandante militar; que, mientras no remitiera tales documentos, no sólo dejarían de prestarse los auxilios más urgentes sino que se daría parte al Comisario Regio del “descuido y abandono con que mira un particular que envuelve su mismo interés”; que la Junta no podía eximir de las gratificaciones ni de las contribuciones, pues esto dependía de autoridad superior.
Mil veces se repitió la historia en los años de ocupación.

sábado, mayo 22, 2010

El sátiro sordo

"El sátiro sordo", de Rubén Darío, un hermoso cuento de su libro Azul.

Habitaba cerca del Olimpo un sátiro, y era el viejo rey de su selva. Los dioses le habían dicho: "Goza, el bosque es tuyo; sé un feliz bribón, persigue ninfas y suena tu flauta". El sátiro se divertía.
Un día que el padre Apolo estaba tañendo la divina lira, el sátiro salió de sus dominios y fue osado a subir al sacro monte y sorprender al dios crinado. Éste le castigó tornándole sordo como una roca. En balde en las espesuras de la selva llena de pájaros se derramaban los trinos y emergían los arrullos. El sátiro no oía nada. Filomela llegaba a cantarle sobre su cabeza enmarañada y coronada de pámpanos, canciones que hacían detenerse los arroyos y enrojecerse las rosas pálidas. Él permanecía impasible, o lanzaba sus carcajadas salvajes y saltaba lascivo y alegre cuando percibía por el ramaje lleno de brechas alguna cadera blanca y rotunda que acariciaba el sol con su luz rubia. Todos los animales le rodeaban como a un amo a quien se obedece.

A su vista, para distraerle, danzaban coros de bacantes encendidas en su fiebre loca, y acompañaban la armonía, cerca de él, faunos adolescentes, como hermosos efebos, que le acariciaban reverentemente con su sonrisa; y aunque no escuchaba ninguna voz, ni el ruido de los crótalos, gozaba de distintas maneras. Así pasaba la vida este rey barbudo que tenía patas de cabra.

Era sátiro caprichoso.

Tenía dos consejeros áulicos: una alondra y un asno. La primera perdió su prestigio cuando el sátiro se volvió sordo. Antes, si cansado de su lascivia soplaba su flauta dulcemente, la alondra le acompañaba.

Después, en su gran bosque, donde no oía ni la voz del olímpico trueno, el paciente animal de las largas orejas le servía para cabalgar, en tanto que la alondra, en los apogeos del alba, se le iba de las manos, cantando camino de los cielos.

La selva era enorme. De ella tocaba a la alondra la cumbre; al asno, el pasto. La alondra era saludada por los primeros rayos de la aurora; bebía rocío en los retoños; despertaba al roble diciéndole: "Viejo roble, despiértate". Se deleitaba con un beso del sol: era amada por el lucero de la mañana. Y el hondo azul, tan grande, sabía que ella, tan chica, existía bajo su inmensidad. El asno (aunque entonces no había conversado con Kant) era experto en filosofía según el decir común. El sátiro, que le ve ramonear en la pastura, moviendo las orejas con aire grave, tenía alta idea de tal pensador. En aquellos días el asno no tenía como hoy tan larga fama. Moviendo sus mandíbulas no se había imaginado que escribiese en su loa Daniel Heinsius, en latín, Passerat, Buffot y el gran Hugo en francés, Posada y Valderrama en español.

Él, pacienzudo, si le picaban las moscas, las espantaba con el rabo, daba coces de cuando en cuando y lanzaba bajo la bóveda del bosque el acorde extraño de su garganta. Y era mimado allí. Al dormir su siesta sobre la tierra negra y amable, le daban su olor las yerbas y las flores. Y los grandes árboles inclinaban sus follajes para hacerle sombra.

Por aquellos días, Orfeo, poeta, espantado de la miseria de los hombres, pensó huir a los bosques, donde los troncos y las piedras le comprenderían y escucharían con éxtasis, y donde él pondría temblor de armonía y fuego de amor y de vida al sonar de su instrumento.

Cuando Orfeo tañía su lira había sonrisa en el rostro apolíneo. Deméter sentía gozo. Las palmeras derramaban su polen, las semillas reventaban, los leones movían blandamente su crin. Una vez voló un clavel de su tallo hecho mariposa roja, y una estrella descendió fascinada y se tomó en flor de lis.

¿Qué selva mejor que la del sátiro a quien él encantaría, donde sería tenido como un semidiós; selva toda alegría y danza, belleza y lujuria; donde ninfas y bacantes eran siempre acanciadas y siempre vírgenes; donde había uvas y rosas y ruido de sistros, y donde el rey caprípede bailaba delante de sus faunos, beodo y haciendo gestos como Sileno?

Fue como su corona de laurel, su lira, su frente de poeta orgulloso, erguida y radiante.

Llegó hasta donde estaba el sátiro velludo y montaraz, y para pedirle hospitalidad, cantó. Cantó del gran Jove, de Eros y de Afrodita, de los centauros gallardos y de las Ibacantes ardientes. Cantó la copa de Dionisio, y el tirso que hiere el aire alegre, y a Pan, Emperador de las Montañas, Soberano de los Bosques, dios-sátiro que también sabía cantar. Cantó de las intimidades del aire y de la tierra, gran madre. Así explicó la melodía de un arpa eolia, el susurro de una arboleda, el ruido ronco de un caracol y las notas armónicas que brotan de una siringa. Cantó del verso, que baja del cielo y place a los dioses, del que acompaña el bárbitos en la oda y el tímpano en el peán. Cantó los senos de nieve tibia y las copas de oro labrado, y el buche del pájaro y la gloria del sol.

Y desde el principio del cántico brilló la luz con más fulgores. Los enormes troncos se conmovieron, y hubo rosas que se deshojaron y lirios que se inclinaron lánguidamente como en un dulce desmayo. Porque Orfeo hacia gemir los leones y llorar los guijarros con la música de su lira rítmica. Las bacantes más furiosas habían callado y le oían como en un sueño. Una náyade virgen a quien nunca ni una sola mirada del sátiro había profanado, se acercó tímida al cantor y le dijo: "Yo te amo". Filomela había volado a posarse en la lira como la paloma anacreóntica. No había más eco que el de la voz de Orfeo. Naturaleza sentía el himno. Venus, que pasaba por las cercanías, preguntó de lejos con su divina voz: "¿Está aquí acaso Apolo?"
Y en toda aquella inmensidad de maravillosa armonía, el único que no oía nada era el sátiro sordo.

Cuando el poeta concluyó, dijo a éste:

-¿Os place mi canto? Si es así, me quedaré con vos en la selva.


El sátiro dirigió una mirada a sus dos consejeros. Era preciso que ellos resolviesen lo que no podía comprender él. Aquella mirada pedía una opinión.

-Señor -dijo la alondra, esforzándose en producir la voz más fuerte de su buche-, quédese quien así ha cantado con nosotros. He aquí que su lira es bella y potente. Te ha ofrecido la grandeza y la luz rara que hoy has visto en tu selva. Te ha dado su armonía. Señor, yo sé de estas cosas. Cuando viene el alba desnuda y se despierta el mundo, yo me remonto a los profundos cielos y vierto desde la altura las perlas invisibles de mis trinos, y entre las claridades matutinas tú melodía inunda el aire, y es el regocijo del espacio. Pues yo te digo que Orfeo ha cantado bien, y es un elegido de los dioses. Su música embriagó el bosque entero. Las águilas se han acercado a revolar sobre nuestras cabezas, los arbustos floridos han agitado suavemente sus incensarios misteriosos, las abejas han dejado sus celdillas para venir a escuchar. En cuanto a mí, ¡oh señor!, si yo estuviese en lugar tuyo le daría mi guirnalda de pámpanos y mi tirso. Existen dos potencias: la real y la ideal. Lo que Hércules haría con sus muñecas, Orfeo lo hace con su inspiración. El dios robusto despedazaría de un puñetazo al mismo Atos. Orfeo les amansaría con la eficacia de su voz triunfante, a Nernea su león y a Erimanto su jabalí. De los hombres, unos han nacido para forrar los metales, otros para arrancar del suelo fértil las espigas del trigal, otros para combatir en las sangrientas guerras, y otros para enseñar, glorificar y cantar. Si soy tu copero y te doy vino, goza tu paladar; si te ofrezco un himno, goza tu alma.

Mientras cantaba la alondra, Orfeo le acompañaba con su instrumento, y un vasto y donante soplo lírico se escapaba del bosque verde y fragante. El sátiro sordo comenzaba a impacientarse. ¿Quién era aquel extraño visitante?. ¿Por qué ante él había cesado la danza loca y voluptuosa? ¿Qué decían sus dos consejeros?

¡Ah, la alondra había cantado, pero el sátiro no oía! Por fin, dirigió su vista al asno.

¿Faltaba su opinión? Pues bien, ante la selva enorme y sonora, bajo el azul sagrado, el asno movió la cabeza de un lado a otro, grave, terco, silencioso, como el sabio que medita.

Entonces, con su pie hendido, hirió el sátiro el suelo, arrugó su frente con enojo, y sin darse cuenta de nada, exclamó, señalando a Orfeo la salida de la selva:

-¡No!

Al vecino Olimpo llegó el eco, y resonó allá, donde los dioses estaban de broma, un coro de carcajadas formidables que después se llamaron homéricas.

Orfeo salió triste de la selva del sátiro sordo y casi dispuesto a ahorcarse del primer laurel que hallase en su camino.

No se ahorcó, pero se casó con Eurídice.

FIN

domingo, mayo 16, 2010

Primavera (VIII)


Ninfa y sátiro. Esmalte sobre azulejo (35x25)

miércoles, mayo 05, 2010

Medina Sidonia en la Guerra de la Independencia (XI)



El mariscal Victor, Duque de Bellune

Gratificaciones de mesa


El 4 de mayo de 1810 se comunicaba desde el cuartel general de Chiclana al comisario regio Joaquín María Sotelo la orden del mariscal Victor de establecer una "gratificación" extraordinaria a los oficiales superiores del Primer Cuerpo de Ejército para que pudieran atender a sus mesas. Sus generales y coroneles le habían referido la imposibilidad de cubrir con su asignación tales gastos debido al precio excesivo de todos los artículos de consumo. La llamada "indemnización de mesa", que regiría desde el 1 de abril, afectaría a todos los pueblos comprendidos en el distrito que ocupaba el Primer Cuerpo. El Duque de Bellune aclaraba en un estado las cantidades que debían recibir mensualmente sus hombres y pedía que se tomaran las medidas oportunas para que las mismas se llevaran al Pagador de Ejército en épocas fijas, de modo que pudieran ser pagadas cada 15 días. Al día siguiente, Sotelo daba cuenta de lo ordenado al Presidente de la Junta de Subsistencias de Jerez, organismo por el que debía formalizarse el reparto a los pueblos de la Prefectura, entre los que se encontraba Medina Sidonia.
El 12 de mayo don Joaquín Mergelina comunicaba a las autoridades asidonenses que a la ciudad de Medina se le habían asignado 15.000 reales mensuales por este concepto. En el plazo de ocho días debía verificarse el pago de lo correspondiente a abril, y dentro del propio mes corriente la cantidad de mayo. En adelante, las cantidades se entregarían en Jerez, por mitad, cada 15 días. El mariscal Victor no admitía dilación en este servicio: "De su realización pronta pueden esperarse felices resultados, y muy desagradables de no verificarse”.

domingo, marzo 21, 2010

Medina Sidonia en la Guerra de la Independencia (X)



Francisco Amorós y Ondeano, militar, pedagogo y político
La Constitución de Bayona
En los primeros días de marzo de 1810, bien asentado el ejército francés ya en la ciudad, llegaba a Medina Sidonia el primer ejemplar de la Constitución de Bayona, la ley suprema por la que habrían de regirse los territorios del monarca José I. El consejero de Estado y ministro de Policía interino Francisco Amorós Ondeano, que acompañó al Rey en su viaje por las Andalucías para organizar su gobierno, lo remitió junto con una circular, impresa en Jerez el día 1 de marzo, en la que daba cuenta de las ventajas que ofrecía la nueva ley a los españoles.
Amorós, uno de los miembros de la Asamblea de Bayona en la que se redactó la Carta, decía que fue compuesta “libremente y sin sujección alguna”, en un momento en que que la nación se hallaba “abandonada por todos sus príncipes" y sufría las desgracias de "su mal gobierno”. Durante 12 sesiones discutieron los diputados “sin testigo ni obstáculo alguno que oprimiese las demostraciones de su patriotismo y, después de muchas correcciones, quedó concluida la obra más perfecta y completa que se conoce en todos los estados constituidos de la Europa”.
Es falso, pues, todo lo que se ha dicho sobre que no tuvimos libertad y que por esta razón era el pacto nulo, y confieso que ningún suceso de mi vida me ha llenado de más gloria y contento que aquél en que me consideré uno de los individuos que habían tenido parte en tan digna y patriótica empresa.

En su opinión, por engaños de hombres perversos, se estaba haciendo injustamente la guerra a los franceses, los mismos que habían favorecido la existencia de tan deseada Constitución. El estado presente de la nación sería mejor si se hubiese dejado obrar al rey José, este nuevo Tito “que no se contenta, como el antiguo, en hacer cada día un hombre feliz, sino que quiere hacer muchos muchos".
La lectura del texto convencería a todos de que sólo se pensaba en la "felicidad" del pueblo y en su progreso. Se respetaba la religión católica, se afianzaba la sucesión de la corona, se arreglaba la regencia del Reino, se dotaba a la corona con rentas fijas y al rey con un salario, sin que pudiera abusar del tesoro público ni malversar las rentas que producía el sudor de sus vasallos, como sucedía antes; quedaban arreglados los oficios y empleos de la Casa Real, y creados otros ministerios nuevos que producirían mejor orden en el despacho de los asuntos, evitándose el desacierto que provocaba el despotismo de un favorito; se creaba el Senado, "que ha de ser el palacio de la Libertad individual y de la imprenta"; un Consejo de Estado, "tan diferente del antiguo como es la ociosidad del trabajo"; se establecían unas Cortes "respetabilísimas", que recobraban los antiguos derechos que les habían usurpado los soberanos, y con facultad de formar leyes cimentadas en el interés de los ciudadanos; las posesiones de Ultramar gozarían de las mismas ventajas que las peninsulares; el orden judicial quedaba afianzado en los principios de unidad, independencia y confianza, instituyéndose por vez primera tribunales de conciliación que habían de evitar las ruinas de muchas familias; se aseguraba la buena administración de la Hacienda Pública, garantizándose los créditos del Estado y evitándose la bancarrota que ya se sufría en el anterior gobierno; se suprimían las aduanas interiores, que tanto perjudicaban al fomento de la agricultura y la industria; se igualaba el sistema de contribuciones y se suprimían los privilegios particulares; quedaba abolido el tormento y dulcificada la pena de prisión...
Sólo falta que, penetrando este pacto sagrado desde el palacio más suntuoso hasta la más humilde choza y conociendo todos el grande interés que tienen en observarlo y en venerar a un Rey que lo merece por tantos títulos, contribuyan a la pacificación general de la monarquía, se aprovechen de la amnistía que generosamente les ha ofrecido S. M. y hagan cesar las calamidades de una guerra funesta, impolítica y que ya podemos graduar de parricida.

Amorós se preciaba de haber tenido desde el primer momento un mismo pensamiento, pero no por esto se consideraba mejor que los españoles que habían seguido el partido contrario, pues estaban engañados creyendo defender una buena causa. Muchos de ellos habían comprendido ya que se encontraban en un error, y saludaban con agrado al benéfico nuevo rey.
Ahora todos le aman, todos nos hemos uniformado en nuestras opiniones, y todos somos y seremos buenos españoles, olvidando pasados resentimientos y enemistades, y dando solo abrigo en nuestros corazones a la más cordial fraternidad. Dichosos aquellos que han visto llegar esta época de gloria y felicidad y que han podido abrazarse como buenos hermanos, y presentar al piadoso soberano que nos ha deparado la Providencia el hermoso espectáculo de ver reunidos los españoles como una misma familia y con unos mismos sentimientos de amor, respeto y gratitud a su augusta persona.

domingo, febrero 21, 2010

Medina Sidonia en la Guerra de la Independencia (IX)



El general Latour-Maubourg


A los pocos días de la llegada de las tropas de caballería francesa a Medina Sidonia a principios de febrero de 1810, fue destacado a la ciudad el general de división Latour-Maubourg. Su misión: asegurar la retaguardia de la línea del bloqueo de Cádiz, sostener el empuje de las partidas que bajaban de la Sierra y preparar la ocupación de las plazas del Campo de Gibraltar. El General permaneció en Medina al menos hasta mediados de diciembre de ese año, alojado en las casas del rico propietario don Juan de Pareja Padilla, en el Llanete de Herederos, en lo que hoy es el Hotel Medina Sidonia.
Victor de Fay de Latour-Maubourg, o La Tour Maubourg (La Motte-de-Galaure, en 1768- Dammarie-lès-Lys en 1850), hermano del también militar y político Charles César de Fay de La Tour-Maubourg (1756-1831), pasó su infancia en el castillo de Maubourg (Alto Loira) y se convirtió en mosquetero de la Reina a los 14 años. Era subteniente de Infantería en 1782 y, como guardia de corps, le tocó estar en el castillo de Versalles en las jornadas de 5 y 6 de octubre de 1789, acompañando a María Antonieta cuando el populacho invadió el palacio. Emigró con el resto de su familia en 1792 con deseo de llegar a Holanda, pero fue detenido por los austriacos, sufriendo un breve cautiverio. En 1798 regresó a Francia. Ya con Napoleón, fue ayudante de Kleber y de Meron en la campaña de Egipto, recibiendo su primera herida en el asalto de Alejandría. Coronel de caballería en 1805, ascendió a general de brigada en la batalla de Austerlitz. Participa en las campañas de Prusia y Polonia (fue herido en la batalla de Dreypen). Asciende a general de división pocos días antes de Friedland, donde fue herido nuevamente. Destinado a España (1808) para dirigir la caballería del Ejército del Mediodía, destacó en las batallas de Madrid, Cuenca y, sobre todo, Medellín. Durante cuatro años que permaneció en la Península mereció por su moderación, demostrada en muchas ocasiones, el afecto del pueblo español. Llamado a Francia en 1812 para hacerse cargo del primer cuerpo de caballería del ejército de Rusia, manda el Batallón Sagrado, compuesto únicamente de oficiales. Se distinguió en Moscú, Majarik y durante la retirada de las tropas napoleónicas. Durante la campaña de 1813 destaca en Dresde. Una bala de cañón le arrancó una pierna en Leipzig mientras cargaba contra la guardia imperial rusa. Viendo a su sirviente llorar le dijo: «Consuélate, amigo mío, la desgracia no es tan grande para ti… Después de todo, ya no tendrás que encerar más que una bota». La amputación le fue practicada por el célebre cirujano el ejército imperial Dominique Larrey, quien anotó en sus Memorias: «Recibió un disparo de pequeño calibre que le rompió la rodilla derecha, herida grave que precisó la amputación de la pierna, reclamada por el propio herido. Yo la practiqué inmediatamente bajo el fuego del enemigo. Fue realizada en menos de tres minutos». Unido a quienes provocaron la caída del Emperador, ocupó altos puestos en la política de la Restauración. Fue nombrado par de Francia el 2 de junio de 1814 por Luis XVIII, convirtiéndose en marqués en 1817, año en que marcha a Londres como embajador. Fue Ministro de Estado y Ministro de la Guerra entre 1819 y 1821. En sus Memorias, el Conde de Agoult refiere que cuando Victor de Latour-Maubourg presentó a Luis XVIII un documento para reducir el número de mariscales de Francia, el rey le dijo: « Firmo a mi pesar esta ordenanza pues tenía la intención de nombraros mariscal ». Latour-Maubourg no accedió jamás a la dignidad suprema. En 1820 se le confía la reorganización de la infantería francesa. En 1821 se convierte en Gobernador de Los Inválidos, cargo que ocupó hasta 1830. Renunció a reconocer la monarquía de julio, acompañó a Carlos X en su exilio de Praga y en 1835 fue nombrado preceptor del Duque de Burdeos. Murió en 1850. Entre sus méritos destacan la Gran Cruz de la Orden de la Reunión y de la Orden de la Legión de Honor, ambas concedidas por Napoleón; la Gran Cruz de la Orden de San Luis y el título de caballero de la Orden del Espítitu Santo, concedidos por Luis XVIII. Muy considerado entre sus contemporáneos, llevan su nombre actualmente un gran bulevar y una estación del metro de París.

domingo, enero 24, 2010

Medina Sidonia en la Guerra de la Independencia (VIII)



Fragmento de un grabado de 1766 que representa a la Virgen de la Paz. Tomado de la revista Puerta del Sol, nº 7

La festividad de la Virgen de la Paz
La imagen de la Virgen de la Paz, venerada en el Convento de San Agustín, se convirtió en patrona de la ciudad de Medina Sidonia en 1802 por bula del papa Pío VII fechada el 20 de agosto del mismo año. Las gestiones comenzadas al efecto por acuerdo del Ayuntamiento de 3 de enero de 1800 y encargadas al síndico personero de ese año, don Joaquín Pareja y Cortés, tenían, por fin, su recompensa. De todo ello nos daba cuenta pormenorizadamente Enrique Hormigo Sánchez en su artículo "La devoción a la Virgen de la Paz en Medina Sidonia", Puerta del Sol, 7 (2003), 10-24.
El ilustrado Pareja volvió a ocupar el cargo de síndico en 1808, y su primer discurso ante el cabildo (8 de enero), en el que señaló las pautas que habían de seguirse para la corrección de los males que acuciaban a la municipalidad y para el progreso de la ciudad, terminó precisamente con una nueva propuesta sobre la patrona: que se señalase como festivo el día de la Virgen en el almanaque público y que se renovase la solicitud al Consejo de Castilla para dotar, a cuenta del fondo de propios, la celebración del 24 de enero. Evidentemente, el corregidor Manuel de Rada no encontró persona más apropiada que Pareja para redactar el escrito que había de remitirse a Madrid. El 6 de febrero, el síndico lo presentaba ante el cabildo para su aprobación.
Ese año de 1808, por el mes de mayo, se produjo una procesión extraordinaria de la patrona hasta la Iglesia Mayor con motivo de las rogativas públicas realizadas en la ciudad para celebrar el advenimiento al trono de Fernando VII. El Ayuntamiento invitó al pueblo a sumarse a los actos y él mismo presidió la solemne función en la que predicó el dominico Manuel Arenas.
Pero con la invasión francesa, el Consejo de Castilla vio interrumpida sus relaciones temporalmente con los pueblos del Reino de Sevilla, adheridos a la insurrección general proclamada por la Junta Suprema de Sevilla, y el asunto de la dotación no avanzaba. Pareja y Cortés, miembro también de la Junta Gubernativa de Medina Sidonia, no dudó en aprovechar su viaje a Sevilla, para felicitar a la Suprema Junta y al general Castaños por la victoria de Bailén, para solicitar ante el nuevo órgano de Gobierno los dineros para la Virgen. El 29 de noviembre se daba cuenta en el cabildo de que el propio Consejo de Castilla había concedido la asignación de 900 reales anuales para su función.
Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...