domingo, octubre 04, 2009

José Emilio Pardo (XXVI)


Hôtel des Indes. Imagen tomada de http://www.engelfriet.net

Una casa de juego en el barrio chino de Batavia


Terminada la cena, José Pardo y sus amigos holandeses decidieron rematar la noche en un garito de juego, una de esas casas que el Gobierno consentía a cambio de una "módica" contribución. En la gran habitación se levantaban una vara del suelo cuatro entarimados cubiertos con esterillas. Sobre cada uno había hasta veinte personas sentadas, rodeando al que hacía las veces de banquero, que tenía a su lado varias cajitas llenas de dinero. Pardo no entendió mucho de los juegos en que los presentes apostaban con afán. "El único juego que pude comprender de los que allí tenían -dice-, era de azar y con ciertas fichas parecidas a las del dominó. Como había más posibilidades de pérdida que de ganancia, la suma abonada por el banquero era mucho mayor que la apostada". Evidente.
Como se trataba de pasar el rato, el marino se animó a apostar, sacó unas cuantas rupias y las jugó a una ficha. Enseguida, el director de la casa se acercó a él y le advirtió por señas que estaba prohibido a los europeos jugar en estos lugares.
Eran las once de la noche cuando nuestros noctámbulos atravesaban de nuevo los mercados en busca de su coche, pero, "como había más de doscientos vehículos esperando", la tarea no parecía fácil. Sin embargo, allí estaba Mo-Haly quien, a gritos en su lengua malaya, "se hizo oír del cochero a los pocos minutos".
A media noche ya estaba José Emilio en el Hôtel des Indes disfrutando de una "magnífica cama, limpia, blanda, ancha, cómoda y libre de mosquitos". Dice nuestro asidonense: "Dormí como un patriarca".

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