sábado, mayo 02, 2009

Etnografía (I)




Sobre cacharros y alfareros asidonenses (I)
Los cacharros tradicionalmente empleados en las cocinas de Medina Sidonia han sido, hasta bien avanzado el siglo XX, los de barro cocido. En la propia ciudad se fabricaban gran cantidad de enseres para el servicio de la mesa (aunque un tanto toscos) e inmejorables ollas y cazuelas, cuyos excedentes se comercializaban en Cádiz y el Campo de Gibraltar, e incluso llegaron a América y Filipinas. La condición de la arcilla refractaria extraída en las cercanías del pueblo la hacía más apropiada para resistir altas temperaturas sin resquebrajarse que para acabados demasiado finos. Funcionaban en Medina a finales del siglo XVIII veintiséis tornos de alfarero, que cocían al año casi trescientas noventa hornadas y daban trabajo a gran cantidad de personas: desde los arrieros, que traían la preciada tierra y luego la transportaban convertida en multitud de piezas, hasta los operarios encargados del pisado en las pilas, del amasado de las pellas, de montar los hornos, de hacer el “vedrío” o vidriado… El vicario Martínez refería a propósito de los alfares asidonenses[1]:

Para este efecto es singular esta loza, sin que quepa adelanto; porque la porosidad y finura del barro contribuyen a la más pronta penetración del fuego, blandura y cocimiento de los manjares, que preparándose en él nada pierden de su natural gusto.
A este efecto se trabajaban piezas de todas hechuras y dimensiones para un servicio completo, tanto para comer como para beber, labrándose también otras de primor para diferentes usos de gusto y comodidad. Si al barniz resplandeciente con que se tintura, que jamás se le desprende y que imita en el color al del carey, se le agregase que su masa fuese sobada y perfeccionada de modo que quedase más fina y sin mezcla de materias heterogéneas, se podrían fabricar, con grande utilidad de sus artífices y del común, buenos y baratos utensilios de mesa. No obstante, tiene ésta de Medina toda su estimación en su destino principal del fuego en la cocina, para toda especie de cochura en los alimentos.

El Vicario se quejaba de que no hubiera podido entrar en funcionamiento una fábrica que
quería montar un comerciante inglés vecino de Cádiz destinada a producir loza blanca de calidad (“que llaman de pedernal”) con los materiales extraídos de la dehesa de La Esperilla. “Se ha hecho un ensayo –dice–..., y sale tan fina como la que viene de Inglaterra”.


[1] F. Martínez, Historia de la ciudad de Medina Sidonia, Cádiz, 1875, pp. 127-128.

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